En un accidente automovilístico en la zona de la costa santafesina, catorce años atrás, perdió la vida el más grande campeón que proyectó el boxeo argentino de todos los tiempos.

Foto Cadena3.com

Este jueves se cumplen 14 años de la fatídica tarde del domingo 8 de enero de 1995, cuando el país se conmovió al conocerse la infausta noticia que daba cuenta que Carlos Monzón, quien fuera campeón mundial de boxeo de los Medianos, murió en un accidente ocurrido en proximidades de la estancia Los Chinos, en el paraje Los Cerrillos, en la Ruta Provincial Nº 1 Teófilo Madrejón, a unos 38 kilómetros al este de Santa Fe y 10 al norte de Santa Rosa de Calchines, cuando regresaba a la Cárcel de Las Flores.

El ex deportista conducía un Renault 19, de color gris, dominio B-2705773, de la provincia de Buenos Aires, a alta velocidad en una recta, con buena visibilidad, se produjo una frenada, el auto fue despedido de la calzada y dado vuelta, voló más de 10 metros, sorteó un cañadón con una cuneta con agua de dos metros de ancho y fue a dar contra la tierra, para arrasar un pequeño árbol y detenerse unos metros más adelante.
El único testigo del suceso, Mario Luis Allignani, veterinario, manejaba un Mitsubishi Montero, regresaba de San Joaquín, del campo que posee -señaló a El Litoral, acompañado de su esposa y cinco chicos, venía detrás del rodado conducido por Monzón- cuando observó el desenlace fatal.
El vehículo, convertido en un montón de chatarra, presentaba un fuerte abollón en la parte trasera derecha, tenía sus parabrisas trasero y delantero rotos y era una masa informe de hierros y chapa retorcidos.
En el momento del trágico percance, Monzón (solamente llevaba un pantalón corto) estaba acompañado de su amigo de la infancia, Jerónimo Mottura, de 63 años, jubilado del Ministerio de Agricultura y Ganadería de la provincia, afincado en Ayacucho 5561, dueño del bar Los 40, en avenida Blas Parera, en el norte de la ciudad de Santa Fe, quien perdió también la vida en el siniestro.
También viajaba Alicia Guadalupe Fessia, cuñada de Monzón, domiciliada en Berutti y Edmundo Rosas, en el barrio Estanislao López, la que sufrió serias lesiones, pero se recuperó. En ese momento, la mujer le rogó a Allignani, por favor, ayúdelo, sálvelo a Carlitos Monzón…Un vecino de Santa Rosa de Calchines, Abelardo Cuqui Soratti, quien fue la segunda persona que se acercó al lugar del accidente, trasladó a la mujer al Samco de esa localidad para los primeros auxilios y luego fue derivada al hospital de emergencias José María Cullen de Santa Fe.

De pobreza a opulencia

Carlos nació el sábado 7 de agosto de 1942, en una vivienda humilde del barrio La Flecha de San Javier, del matrimonio conformado por Roque Monzón y Amalia Ledesma, ambos oriundos de Colonia Mascías, siendo el octavo hijo, quinto varón.
Cuando tenía tres semanas de vida, el 28 de agosto de 1942, el padre Belicio Lorenzón en la capilla de San Javier bautizó a Carlos Monzón, siendo sus padrinos Catalino Bazán y Antonia Maciel.
Sus restantes hermanos son Zacarías, Nicéforo, Rosa, Rosendo Albino, Inocencio, Marta Elsa, Alcides René, Elba Yolanda, Delia Beatriz. Edgardo Reyes, Reynaldo Oscar y Víctor Hugo.
Cuando el que sería el más grande boxeador argentino de todos los tiempos tenía seis años, la familia se trasladó desde San Javier en una chata tirada por 14 caballos, demorando una semana para llegar al barrio Barranquitas Oeste de Santa Fe, un sector muy humilde, castigado por las inundaciones cada vez que se desbordaba el río Salado, donde las aguas se llevaban lo poco que tenían.
Al llegar a la Vuelta del Pirata, en el recordado Rancho del Chiquito, su titular Agustín C. Uleriche, le brindó asistencia, alimentos y permitió en forma solidaria y pregonando la justicia social, que la familia Monzón descansara en el lugar, gesto que nunca olvidó Escopeta Monzón.
Para poder sobrevivir, ayudar a su familia para la mínima subsistencia, abandonó en tercer grado los estudios primarios en la escuela Nº 567 República Oriental del Uruguay, de Fray Cayetano Rodríguez y Peñaloza, siendo lechero, lustrabotas, sodero y canillita.
A los 16 años formó pareja con Zulema Encarnación Torres, habiendo nacido el mayor de sus descendientes, Carlos Alberto Monzón.
El 11 de mayo de 1962 se casó con Mercedes Beatriz García, a quien llamaba cariñosamente Pelusa, eran tan pobres y postergados socialmente que no tenían dinero para comprar la libreta de casamiento. Sus hijos: Silvia Beatriz, Abel Ricardo y el adoptado Carlos Raúl.
A fines de 1979, conoció en la Costanera de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a la modelo uruguaya Alba Alicia Muñiz Calatayud; formó pareja con ella y tuvo su último hijo, Maximiliano Roque Monzón.

Sus inicios

El natural de San Javier comenzó a boxear en el club Cochabamba, en Barranquitas Oeste, siendo dirigido por Marcelino Mono Martínez y Roberto Agrafogo. Más tarde pasó por el recordado Minella Boxing Club, dirigido por el propio Ricardo Minella, donde se mantuvo poco tiempo y luego comenzó a trabajar bajo las órdenes de Amílcar Oreste Brusa en el Club Unión.
La campaña de Monzón como aficionado se inició el viernes 2 de octubre de 1959 en el Pabellón Deportivo (donde se realizaba anualmente en el mes de septiembre la exposición de Industrias en la Sociedad Rural de Santa Fe) cuando tenía 17 años, un mes y 25 días, empatando en tres asaltos, con Raúl Cardozo.
Hasta el 2 de octubre de 1962 realizó 87 combates, ganando 73, empató seis y perdió ocho (Rodolfo Ceccarossi, tres veces Raúl Pérez, Salvio de Meo, René Lamboglio, Ismael Hamze y Orlando Mariño).

El profesional

Su primera presentación en el campo rentado fue cuando tenía 20 años, cinco meses y 30 días, en el club Ben Hur de Rafaela noqueando en dos vueltas al entrerriano Ramón Montenegro, el 6 de febrero de 1963.
El 29 de diciembre de 1965 se adjudicó el cinturón Eduardo Lausse al ganarle por puntos a Carlos Salinas. Tras ser proclamado campeón provincial el 1º de febrero de 1966, expuso la faja por primera vez el 4 de febrero en la desaparecida cancha de básquetbol del Club Unión ante el rosarino Ramón Dionisio Rocha, ganando por decisión.
El 3 de setiembre del año siguiente logró el cetro nacional de los Medianos ante Jorge José Gallego Fernández, a quien venció en 12 capítulos por puntos. El 10 de junio de 1967 le quitó la corona sudamericana al mismo oponente, el llamado Torito de Pompeya.
Luego el empresario Juan Carlos Lectoure comenzó su promoción en el ámbito internacional venciendo dos veces a Tito Marshall, Douglas Huntley, Charles Austin. Johnny Brooks, Harold Richardson, Tommy Bethea, Manoel Severino Candy Rosa y Eddy Pace, entre otros extranjeros.

Campeón mundial

El santafesino logró el título mundial de los Medianos al superar el 7 de noviembre de 1970 en el Palazzo Dello Sport al titular Giovanni Nino Benvenutti, en el duodécimo asalto con un espectacular nocaut. Después defendió la faja en forma exitosa en 14 oportunidades hasta su retiro de la actividad, anunciado en el hotel Sheraton de Buenos Aires, el 29 de agosto de 1977.
Carlos Monzón realizó 100 peleas, con 67 triunfos, 59 antes del límite (26 por nocaut, 19 por abandono y 14 por KOT), incluyendo 28 por decisión: nueve empates; tres derrotas (el platense Antonio Oscar Aguilar, el español nacionalizado brasileño Felipe Cambeiro y el puntano Alberto del Carmen Massi, tomándose desquite con todos ellos) y una sin decisión, en Vila, Santa Fe, con Albino Verón.

La inhumación: congoja popular

El adiós a Carlos Monzón fue una jornada de congoja popular. Santa Fe literalmente se detuvo para acompañar a su ídolo. Familiares, amigos y miles de anónimos fanáticos llevaron el féretro desde el vestíbulo central de la Municipalidad, hasta la necrópolis local.
Enlutada, silenciosa y aún estupefacta, la multitud acompañó a su incomparable campeón hasta el cementerio municipal, su última morada. Como cumpliendo un deber, sintiendo todos que nadie podía faltar, el pueblo de Santa Fe -los jóvenes y ancianos, mujeres y varones- fueron a despedirlo como si fuera la última pelea.
La ceremonia religiosa contó con tres representantes de distintos cultos; el padre franciscano Adriano Rincón, el pastor evangelista Héctor Giménez y el reverendo Claudio Freiso, de la Unidad de Asambleas de Dios. También se observó una enorme bandera de la Provincia de Santa Fe desplegada por todo el pasillo, a manera de tributo popular.

Todos hablaron

Como no podía ser de otra manera, sus otrora grandes adversarios, amigos o simplemente conocidos del mundo, tuvieron palabras de reconocimiento al ser requeridos por la prensa internacional, tras conocerse la muerte del gran campeón.
Giovanni Nino Benvenutti envió una corona y desde Italia mostró su dolor: La muerte de mi querido amigo Carlos Monzón es terrible; parte importante de mi vida se fue con él. Era uno de los más grandes campeones que dio el boxeo mundial de todos los tiempos, reveló.
El entonces gobernador de Santa Fe, Carlos Alberto Reutemann, al tomar conocimiento de la noticia, aseguró que estoy conmocionado por la muerte de Carlos, quedé muy shoqueado por esta tragedia que enluta al boxeo y al deporte argentino.
Luego admitió que cuando estaba en Europa, lo vi combatir en tres o cuatro oportunidades, donde demostró ser un campeón espectacular, un hombre disciplinado, responsable, que se convirtió en ídolo. Cuando peleaba Monzón la Argentina se paralizaba.
Finalmente destacó que Monzón fue un grande del deporte universal. Creo que el más grande los Medianos y junto a (Juan Manuel) Fangio, los dos grandes ídolos del pueblo argentino, concluyó el mandatario santafesino.
A su turno, Juan Martín Látigo Coggi destacó que Carlos Monzón me marcó desde niño mi camino en el boxeo. Era mi ídolo, nunca lo olvidaré.
Por su parte, el periodista Gustavo Lladós escribió que el amor del pueblo santafesino logró que la falta de figuras públicas en el sepelio de Carlos Monzón (52) pasase inadvertida. Muy pocas veces una comunidad salió a la calle a despedir a un ídolo controvertido y rescató sus méritos deportivos, por encima de los errores que lo condenaron.

Un punto de inflexión

En la madrugada del 14 de febrero de 1988 se desató el drama que fue el comienzo del desmoronamiento de su existencia. Carlos Monzón y Alba Alicia Muñiz Calatayud habían asistido al cumpleaños de Sergio Velasco Ferrero, en Mar del Plata.
La ex modelo aconsejada por un pai intentó reconciliarse con su pareja, retirándose al chalet donde estaba descansando Monzón, en Pedro Zanni 1567, en el barrio La Florida, en las cercanías del aeropuerto local.
A las seis de la mañana, se produjo una discusión que terminó con el cuerpo golpeado de la mujer estampado de boca contra el piso, después de haber caído del balcón, con el cráneo destruido, según publicara Clarín.
El juicio oral que más pasión originó en la Argentina se inició el 26 de junio de 1989 duró siete días, siendo condenado el 3 de julio a 11 años de prisión, siendo rechazados los pedidos de nulidad de la defensa de Monzón ante la Cámara de Casación Bonaerense y Suprema Corte de Justicia de la provincia de Buenos Aires y de la Nación.
Al cumplir la mitad de la condena, en agosto de 1993, cuando estaba alojado en la Unidad Penitenciaria Nº 2, en el barrio Las Flores de Santa Fe, volvió a las calles, debido al régimen de salidas por el fin de semana.

Testimonios

El accidente ocurrió entre las 17.30 y las 18. El primer medio, más allá de los particulares y la policía de la región, fue un cable de la localidad de Santa Rosa de Calchines, cuyo propietario y quien filmó las primeras imágenes es un señor llamado Jorge Riera, vinculado con ese medio y que es un cazador de noticias de la zona, explicó El Litoral en su amplísima cobertura de entonces. Avisado por testigos del lugar, Jorge Riera echó mano a la cámara en su casa y salió hacia el lugar sin perder tiempo, por medios propios, cuando el cuerpo de Alicia Fessia ya había sido trasladado a un nosocomio local.
Posteriormente, sería el mismo Riera, de 34 años, quien tomaría contacto con los medios de Santa Fe (más precisamente con Oscar Frutero, periodista de LT 9), los que tras la difusión no hicieron más que comenzar a armar el rompecabezas periodístico que confirmó la muerte de Carlos Monzón, generándose una interminable cadena de repercusión nacional e internacional.

Inolvidable

Aún suenan los cánticos impregnados de lágrimas que resonaron el día de la inhumación: El Negro no se va, el Negro no se va; se siente, se siente, el Negro está presente; Negro, querido, el pueblo está contigo y el clásico Dale campeón, dale campeón, fueron algunos de los cánticos de miles y miles de personas enfervorizadas al paso del cortejo fúnebre, desde el centro de la ciudad hasta la necrópolis.