En las zonas sin excesos hídricos, y sólo por muy buenos campos, hay subas superiores al 10%, mientras que en las regiones anegadas se prevén bajas; los inquilinos, más exigentes.

Los alquileres agrícolas para la nueva campaña, 2017/2018, están en la mesa de discusión entre dueños de campo y arrendatarios y lo que está ocurriendo con ellos es digno de un rompecabezas. Por primera vez en años, por anegamientos que traspasan una campaña agrícola y una cosecha que según la zona se demora más de la cuenta, se están dando tres escenarios bien marcados en cuanto a los precios cerrados y al volumen de contratos efectivamente realizados.

Esos escenarios tienen que ver con las regiones -pocas- que quedaron a salvo de los excesos hídricos y tuvieron rindes por encima de lo esperado, las que han tenido alguna afectación parcial y aquellas que siguen claramente con problemas de agua.

En las regiones que se salvaron y los rindes fueron de buenos a muy buenos hay contratos con subas de al menos un quintal más respecto del ciclo pasado. En los últimos 30 días, para esos casos, y sólo por las muy buenas tierras, se recalentó la pelea por alquilar y, según cuentan en el mercado, los precios treparon entre un 10 y un 20%. En ese rango se cerró un 50 a 80% de los contratos para el nuevo ciclo.

Donde las lluvias generaron algún tipo de anegamiento o problema, aunque no en una gran superficie, para esas situaciones los contratos están repitiendo valores del año pasado. Para estos casos se habla de que el año en materia de alquileres viene neutro.

En tanto, donde los campos han quedado complicados por las inundaciones y aún hay una tarea titánica para terminar la cosecha en las partes donde sí se puede recolectar (según el último reporte de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires aún resta levantar el 14,5% de la soja y el 61,4% del maíz) de lo poco cerrado en arrendamientos predominan las bajas antes que las subas.

«En las zonas anegadas, con campos con problemas de piso y/o falta de acceso, la actividad de alquileres está, lógicamente, paralizada. La imposibilidad de entrar a los lotes para la siembra de cosecha fina demorará los alquileres para la cosecha gruesa, a la expectativa que mejore la situación. Por otro lado, en zonas sin esta problemática, la actividad de alquiler está firme, con demanda sostenida”, destacó Juan José Madero, de L.J. Ramos Brokers Inmobiliarios.

Según Cristián Beláustegui, de Compañía Argentina de Tierras (CAT), para las zonas que no han tenido eventos climáticos adversos, y donde los rindes fueron muy buenos, en muchos casos por segundo año consecutivo, allí la presión de alquiler es más alta y se han renovado contratos en 1 y 2 quintales más de soja por hectárea. “La causa no sería solamente las buenas cosechas, sino también la mayor concentración de la demanda de los arrendatarios que se alejan de sus zonas, afectadas por los excesos hídricos”, explicó.

En las discusiones actuales no sólo parece mezclarse la cuestión por los excesos hídricos y su nivel de afectación, sino hasta la problemática por las malezas resistentes que afectan a los campos. “Los que alquilan presionan porque las malezas resistentes obligan a hacer controles tempranos y no le sirve a nadie recibir lotes sucios y con malezas grandes”, contó Teo Zorraquín, consultor.

Situación del negocio

El otro punto que también se pone en la mesa tiene que ver con los números esperados para el negocio. En un reciente informe, el Ieral, de la Fundación Mediterránea, mostró cómo el poder de compra del agro, según los productos, se deterioró hasta un 16% en el primer cuatrimestre del año versus igual período de 2016. “Como los números para la campaña 17/18 no proyectan rentabilidades altas, los que alquilan tierra no están para pagar más de lo que se venía pagando”, observó Zorraquín. En esta línea el asesor Julio Lieutier coincide en que “la ecuación del negocio se deterioró” y que en ello tienen que ver tanto los costos fijos como de comercialización y en particular los fletes. “Claramente un gran esfuerzo en productividad hace viable el negocio en campos de terceros”, razona.

Si bien hay una gran dispersión de valores según calidad de campos, presencia o no de malezas resistentes, rotación agronómica, si hubo o no excesos hídricos, entre otras variables, en la zona núcleo (norte de Buenos Aires/sur de Santa Fe/sur de Córdoba) en los buenos campos que no tuvieron inundación los alquileres van de 15 a 16 qq soja/ha. En el sudeste de Buenos Aires (Balcarce, Necochea, por ejemplo), de 9 a 11 qq; en la cuenca del Salado, (Saladillo, Roque Pérez), de 6 a 8 qq soja; en el sudoeste de Córdoba, de 9-12 qq y en el NEA, de 4 a 6 qq soja, aunque con muchos arreglos con tablas o porcentajes.

“En campos de mayor riesgo agronómico, en todas las zonas, se observa una mayor tendencia a arreglos de tabla o porcentaje, o con pisos de rendimiento a partir del cual se comparten los resultados al 50%. En estos casos, si la campaña es buena, el dueño de campo cobra más que si lo hubiera alquilado a campos fijos, pero si los rindes son malos cobra poco o nada”, indicó Zorraquín.

Fuente SRLC