Eduardo García Maritano, dirigente de CRA, remarca la necesidad de encontrar un mercado de referencia y detalla las problemáticas del sector.

Eduardo García Maritano es especialmente crítico con la situación de nuestra lechería. “Si la Argentina se conforma con atender solamente el mercado interno, entonces van a sobrarle 3.000 tambos y 500 industrias lácteas -advierte-“.

“Agreguemos que Brasil después de 2020 será exportador neto; le resultará más fácil colocar 1.000 millones de litros en la Argentina que en China. No hay nada peor que jugar al achique; en este sentido no ha habido progresos en los últimos 17 años. Si hoy la lechería parece un poco menos ahogada en cuanto a los precios se debe a que las inclemencias climáticas se llevaron 1.100 millones de litros y nos pusieron en una situación por debajo de la demanda local. El tema es que si otra vez la Argentina vuelve a producir leche por encima del mercado interno y no genera una estrategia exportadora para darle un destino a ese excedente nos vamos a juntar dentro de un año para contarnos la crisis que nos aqueja. Nuestro país tiene que decidirse a ser un competidor eficiente y permanente en los mercados internacionales. Para eso hay que trabajar mucho y contar con coordinación intrasectorial”.

“Si hacemos las cosas como corresponde podemos llegar a sacar del mercado a Australia y a Nueva Zelanda, vender u$s 50 por debajo de lo que venden estos países y pagarle al productor u$s 0,35.”

“Junto a un grupo de socios, García Maritano alquila un campo en el sur de Santa Fe para producir leche. Nada se hizo improvisadamente. “Quisimos ser contracíclicos; arrancamos en el 2000 cuando la crisis de cierre de las exportaciones hacia Brasil. El tambo tiene una demanda de capital muy importante y poder conseguir esos activos a buen precio nos pareció estratégico. Lo llamamos El paleta, por la amistad que tenemos entre los que componemos la sociedad”.

En la Argentina se piensa el tambo desde el modelo y una vez en marcha se verifica si tiene renta o no. En este caso, a partir de la tasa buscada por los socios se armó el esquema que más se adaptaba a ella. Y el balance arrojó un modelo absolutamente pastoril, sin inversiones en activos específicos, es decir sin mixer ni plazoleta de encierro. “El tambo, las vacas y un grupo muy bueno de gente trabajando”, resume nuestro entrevistado.

Este tipo de tambo permite tener puntos de equilibrio muy bajos, lo que ayuda a soportar mejor las fluctuaciones de precios, muy severas en un mercado como el de la leche en que ni siquiera hay un precio de referencia.

“Mercado es una forma de decir -se enoja Eduardo-. Técnicamente tenemos mercado cuando oferta y demanda traducen precio. Pasa con la soja y el maíz, pero no con la leche. Como carece de un estándar las ventas son a la vista, no hay repetición de precios, no se sabe de qué leche estamos hablando. ¿La que tiene 13% de sólidos vale lo mismo que la que tiene 10%? ¿Con agua o sin agua? Todo esto genera una distorsión muy grande y las oscilaciones de precios castigan mucho más a los tambos que tienen alta inversión en activos específicas que sirven solamente para hacer leche; cuando el precio cae hay toda una amortización que atender”.

Para nuestro entrevistado, el valor que la industria paga por la leche es la condición necesaria para definir costos y de esa manera saber qué renta esperar. Los costos se ajustan desde los precios, y no al revés. En el caso de la leche además tenemos el serio problema de que la formación de precios no es equitativa, lo que aumenta las fluctuaciones y obliga a salvaguardas más importantes, y eso es lo que ofrecen los sistemas de producción de muy bajo punto de equilibrio.

Poco y nada

Hace rato que García Maritano viene trabajando en la construcción de mercados institucionalizados, mercados con reglas de juego; en otras palabras implica contar con un sistema de comercialización de leche, como tienen los granos o la ganadería.

“Hace 50 años que estamos así -se queja nuestro entrevistado-. Hoy la industria ya no se pelea por la leche, porque la producción en condiciones normales supera la demanda para mercado interno y exportación. No se ha hecho nada para que la lechería se convierta en un negocio, menos que menos para que la Argentina sea un activo y eficiente jugador internacional en calidad y precio. Un mercado implica contar con un bien transable estándar. Hoy no lo tenemos, y cuando empezamos a negociar por sólidos, que sería lo lógico, nos encontramos con que la industria se reserva el derecho absoluto de determinar el contenido de nuestra leche sin posibilidad de arbitraje. Una locura. Hoy el productor que quiere vender por sólidos prefiere seguir vendiendo por litro porque no confía en el dato que le dan. Conclusión: no tenemos un mercado institucionalizado”.

La ley está

¿Quién debe poner en regla al que cruza un semáforo en rojo? Nadie en este caso. La primera obligación del Poder Ejecutivo es hacer cumplir las leyes vigentes. El Estado tiene el rol indelegable de velar por que las relaciones entre privados sean equitativas, y esto claramente no se cumple en el caso de la leche. El Código Civil dice que si la compra-venta es oral, que es como negocia la industria con el productor, el pago tiene que ser de contado. Es responsabilidad del Esta do hacer que esto se respete.

Por cierto, algo hemos avanzado. Hace poco vio la luz un dictamen del Colegio de Abogados de Rosario que va en el sentido comentado. Indica que en términos legales el traspaso de la leche del productor a la industria es claramente un contrato de suministro, no es una compra-venta. Está interpretando lo que se halla en la ley. “Si queremos crecer necesitamos reglas de juego claras -enfatizó García Maritano-, para los que ya están en el sector y para los nuevos inversores que ojalá alguna vez logremos convocar. El que apunta a colocar dinero en alguna actividad de campo, ¿por qué invertiría en lechería pudiendo hacerlo en mercados más serios como los de granos o la ganadería?”

Urge entonces poner en juego los mecanismos de mercado para que oferta y demanda traduzcan precio. Por lo demás, si tuviésemos un producto estándar podríamos comparar precios, lo cual genera valores de referencia, que no son obligatorios ni vinculantes, ni máximos ni mínimos. Una pizarra de soja no es obligatoria, pero nadie vende sin mirarla.

“El segundo paso es determinar quién evalúa lo que estamos entregando. Si no nos ponemos de acuerdo debería intervenir un tercero. No hay vacío legal en la comercialización de leche; la ley está, pero no se cumple. Es más, el nuevo Código Civil y Comercial está regulando el contrato de suministro. Es clave saber qué nos compran, cómo lo compran y cuando nos lo van a pagar, la manera en que se forma el precio… todo está en la ley y sólo hay que aplicarla. Por consenso o por decreto.”

Consignataria

Mientras tanto García Maritano y los suyos se plantearon salir de atrás de la tranquera e ir por la coordinación privada, usando las reglas de juego que tiene la Argentina. “Después de mucho tiempo de trabajar en grupos de comercialización creamos lo que podríamos llamar una consignataria de leche. Es una forma de denominarla, ya que no se puede consignar leche. Tratamos de imitar lo que se hace en granos o carne, y por eso el precio que recibimos es el mejor que podemos lograr entre lo que existe en el mercado”.

En cierta medida han construido su propia pizarra. En ese sentido avanzaron a través de CARSFE, que es la confederada de CRA en Santa Fe. Esta provincia tiene una especie de pizarra y permite el arbitraje de contratos. “En esta coordinación privada nos sentimos artífices de nuestro destino, y junto con otros grupos de comercialización estamos ensayando armar una consignataria mucho más grande. No solamente intercambiamos leche, también información. Estamos hablando de 1.5 millones de litros diarios con más de 35 destinos”.

A ciencia cierta lo que hacen es desnudar los precios. Saber si lo que cobran es lo que corresponde o debería tocarles algo más. La consignataria se llama Tambo Pampa y es una sociedad anónima. Ahora apuntan a coordinar grandes grupos dentro de la geografía santafesina, lo que se encuadraría en la figura legal conocida como ‘consorcio de empresas’.

“Estamos próximos a firmar el contrato constitutivo y mientras tanto hemos hecho una prueba piloto, pasándonos información y trabajando en la logística”.

“El objetivo -dice- es ir sumando estrategias. Bregar para generar una pizarra y la posibilidad de contratos. Es más factible que lo logre una consignataria que cada productor individualmente”.

Incluso han contactado empresas que se dedican al seguro de pago, con lo cual en función del volumen que manejan y la atomización de destinos cuentan con un seguro de cobranza. En base a esto se puede planificar producir un volumen mayor o menor.

Reglas de juego

García Maritano y sus socios han trabajado mucho en el reglamento interno, por el cual el productor que se integra es responsable de la calidad que genera en función del estándar de la consignataria. Lo importante es que quien quiera entrar debe poder hacerlo fácilmente; lo mismo si desea salir del esquema. La coordinación es colegiada, dos o tres integrantes del grupo se dedican a eso. Es un trabajo realmente en equipo.

“Tener un precio de referencia ayuda a saber si estamos siendo eficientes o no. Nos comparamos con el precio de referencia de la provincia de Santa Fe, que nos gustaría estuviera más perfeccionado”, advierte, y agrega: “Es una manera de ver hasta dónde estamos mejor o peor que lo que consigue cualquiera sin salir de atrás de la tranquera”.
La fortaleza no es la concentración del volumen sino la posibilidad de tener muchos compradores a quien vender. Y cuantos más destinos reunimos menores son los riesgos y más amplias las posibilidades de sondear el mercado”.

No sólo van por el mejor precio posible; en la condición comercial se incluye todo: seguridad, transparencia. “Hay unos 1.400 CUIT de industrias procesadoras de leche. En la actitud comercial todas se comportan parecido: yo digo cuánto te pago, cuándo te pago y cómo te pago. Nadie hace cumplir las leyes vigentes. Todas tienen algún cadáver en el placard”.

“Necesitamos reglas comerciales para que la ventaja de uno no se la lleve el otro. Vale la pena poner manos a la obra y para eso precisamos la coordinación de los estados provinciales y de la Nación. Podemos tener una lechería de crecimiento y exportación, pero es imposible hacerlo sin reglas de juego claras”, define García Maritano.

Fuente SRLC