El bandoneonista y compositor fallecía el 4 de julio de 1992, tras una larga agonía por un accidente cerebral. La historia del hombre que renovó el tango y lo paseó por el mundo con su estilo inconfundible.
«Vas a ser algo grande, pibe…íTe lo digo yo! Pero el tango lo tocás como un gallego. ¿Te gustaría tocar conmigo? Quiero que grabes conmigo y actúes en una película que vamos a filmar…», fueron las proféticas palabras de Carlos Gardel a un Piazzolla, de apenas 11 años.
El autor de «Adiós de Nonino» había nacido en Mar del Plata el 11 de marzo de 1921 y pasó su infancia en los Estados Unidos, años que siempre recordó con tristeza. Allí, en Nueva York, conoció a Gardel, a quien invitó a comer ravioles caseros en su casa.
Gardel cumplió su promesa y el pequeño Astor actuó junto a él, personificando a un canillita en las primeras escenas de ??El día que me quieras??. Hasta aquí sus maestros habían sido el bandoneonista Líbero Pauloni y el húngaro Bela Wilde.
Pero su debut frente al público ocurrió en octubre de 1930, en un festival en el New School Auditorium neoyorquino, la época en la que compuso su primer tango: «Paso a paso hacia la 42», que su padre rebautizara «La catinga».
En 1937, ya definitivamente de regreso en Mar del Plata, integró el Quinteto Azul, en tanto buscaba formar su propia agrupación para emular a Elvino Vardaro, de cuyo estilo había quedado prendado.
Un año más tarde y con ayuda de su padre se instaló en Buenos Aires, donde comenzó a frecuentar el ambiente tanguero, tocando en las orquestas más importantes, hasta que ingresó como bandoneonista y arreglador en la de Aníbal Troilo.
Permaneció seis años junto a «Pichuco» hasta que se abrió para encabezar la orquesta que acompañó al cantante Francisco Fiorentino, grabando varios discos para la discográfica Odeón, labor que continuó luego con cantantes como Héctor Insúa y Fontan Luna.
En 1950 disuelve su típica y comienza a instrumentar para directores como Basso, Caló, Franchini-Pontier y especialmente Troilo, época en la que inicia lo que más tarde se definiría como «tangos avanzados».
En 1954 viaja a París y cursa estudios de composición con Nadia Boulanger, maestra que él consideró decisiva para su carrera. Forma una orquesta de cuerdas con músicos franceses y el argentino Lalo Schiffrin al piano.
Ya con una gran influencia jazzera, regresa a Buenos Aires donde trabaja con Vardaro, Emilio Baralis, Jaime Gosis, Hamlet Greco, Juan Vasallo, José Bragatto y Jorge Sobral. Paralelamente interviene en el Octeto Buenos Aires, inspirado en el jazz.
Entre 1958 y 1960 se instaló en Nueva York, trabajando como arreglador y dirigiendo su orquesta en el Waldorf Astoria. En esas circunstancias lo sorprende la muerte de su padre, en cuyo homenaje compuso «Adiós Nonino».
De regreso en Buenos Aires, arma su formación más conocida y exitosa, integrada por Vardaro, Antonio Agri, Horacio Malvicino, Oscar López Ruíz, «Quicho» Díaz, Jaime Gosis y Nelly Vázquez y Héctor De Rosas como cantantes.
La década del 70 comienza con su reecuentro con Troilo y la composición de algunas de sus mejores obras, como «Las estaciones», «Concierto para quinteto» y «Recuerdos de bohemia», junto a Leopoldo Federico, Antonio Ríos y Rodolfo Mederos.
Piazzolla fue además citado como un ícono a la hora del vanguardismo en la música popular, por figuras de otros estilos como Chick Corea, Hermeto Pascoal, Gary Burton, Al Di Meola y Gerry Mulligan.
Con Horacio Ferrer, su amigo poeta, compuso grandes obras, entre ellas la operita «María de Buenos Aires» y la canción «Balada para un loco», escrita para cumplir con un concurso y que se convirtió en un «himno» de la obra del bandoneonista.
Fueron muchas las piezas de Piazzolla que quedaron registradas a fuego en la mejor memoria de la música ciudadana: «Balada para un loco», «Libertango», «Milonga del trovador», «Verano del ángel», «Los pájaros perdidos», «Chiquilín de Bachín», «Contrabajísimo» y «Concierto para bandoneón y guitarra», por citar algunas.
El 4 de julio de 1992, luego de sufrir una larga agonía por un accidente cerebral que sufrió en 1990, Astor Piazzolla falleció en la ciudad de Buenos Aires.