Hace tres meses, en el torneo anterior, fue Tito Ramírez con el 2-1 sobre la hora.

Foto ElLitoral.com

Anoche el que la clavó fue Totono Grisales desde unos 20 metros cuando ya se jugaba tiempo extra. Boca pisa Santa Fe y el «Cementerio de los Elefantes» le mete miedo.

Ese mismo arco… ese mismo barrio. Acaso, para tomar un ejemplo pintoresco, el Fonavi con sus ventanitas que asoman por encima del arco sur es una de las postales de la cancha de Colón en los últimos tiempos. El otro día, casualmente, le preguntaba a un viejo amigo que vive allí qué es lo que se puede ver desde el tercer y último piso: El arco de la J.J. Paso, me respondió. No hace falta marcar una obviedad: la mayoría de los que habitan allí, en ese barrio, son hinchas de Colón. Claro que los días de partidos importantes -y éste con Boca es el más importante- el techo o terraza del complejo habitacional que en su momento construyó el Fondo Nacional de la Vivienda (eso quiere decir la sigla Fonavi) se parece más a una seccional de Policía de Santa Fe que a otra cosa. Es que, entre otros recaudos, los efectivos protegen desde la altura a los hinchas visitantes que entran por Santoto y la autopista, debiendo cruzar por la cancha auxiliar, en la zona que siempre se conoció como el viejo Arenal, para llegar e instalarse en la tribuna visitante.
Esa fue, sin dudas, una de las zonas más castigadas por las malditas inundaciones del Salado. ¿Cuántas veces escuchamos decir que el barrio Fonavi y el mismo estadio Brigadier López habían hecho las veces de dique cuando las aguas arrasaron con todo en Santa Fe?. En el arco que da a espaldas a un barrio humilde y sufrido, Colón fue ayer por un ratito el más feliz del mundo. Porque ganarle a River es lindo, pero ganarle a Boca es mejor. Y porque a los grandes se les gana como le ganó Colón en las últimas veces al múltiple campeón de copas: con el tiro del final, sin posibilidad a que el otro pueda desenfundar. Porque la aparición de Tito Ramírez hace tres meses y el bombazo de Grisales de ayer no dejan margen para nada. No queda tiempo, no queda vida. Porque El Bombazo Asesino de ayer de Grisales quedará colgado para siempre en las retinas de todos los que estuvimos en la cancha.
Es que este golazo del cafetero se metió en varios lados más que en la red del arco de Caranta. El misil colombiano no sólo se metió en el arco del Fonavi, sino que también se metió en los cientos de miles de corazones sabaleros que hay por el mundo y, claro está, se metió por la puerta grande de la historia de Colón. Será recordado cuando se festejen los 150 o los 200 años. Y quedará al lado de aquél de Orlando Medina por encima de Amadeo Carrizo con la cancha embarrada en el primer festejo 1-0 a River. O podrá recordarse con aquélla película perfecta de Cococho Alvarez en el Metro del «75 cuando un doblete electrizó el 3-3 a River del equipo del Gitano Juárez. Si si se busca espectacularidad, el famoso Telebeam y la distancia en metros, el zapatazo del Negro Edgard Fernández, cuando en el «74 lo colgó a Rubén Sánchez en un 4-1 a Boca en Santa Fe. Más acá en el tiempo se podrá codear con la tarde ideal de Cristian Castillo y Saralegui en el 5-1 a River. O la misma aparición fantasmal de Saraga, sobre la hora y contra Boca.
Entonces, así como a nosotros nuestros padres y abuelos nos fueron contando que aquélla tarde yo estaba en la cancha cuando…, los que ayer estuvimos en la Catedral del Sur podremos narrar lo que pasó con el gol del cafetero a Boca sobre la hora. Claro que ahora hay menos lugar para la fábula: si hasta en los celulares se puede tener el gol de Totono guardado para toda la vida. Este golazo de Grisales en la década del «70, con el correr de los años, hubiera sido cada vez más grande…cada vez desde más lejos…cada vez más fuerte…cada vez más sobre la hora.
Así, con un grito del destino, Colón fue el epicentro de todas las miradas del fútbol argentino en este domingo casi veraniego de septiembre. El gol orgásmico de Freddy Grisales llenó de felicidad al castigado Fonavi, donde Colón sabe que tiene -de ahora en más y contra Boca- su propio Arco del Triunfo como los parisinos.
Tres meses después, Boca decidió volver a Santa Fe para pisar el lugar del crimen en la hierba del Cementerio de los Elefantes. Y Colón, este milagroso Colón de Leo Astrada que nunca se da por vencido, lo mató de la misma manera: en el mismo lugar, con la misma arma y a la misma hora señalada. Desde El Bombazo Asesino de Grisales al final no quedó nada. Sacó Boca y terminó. ¡Qué lindo que es ganar así en el fútbol!. Colón y su Arco del Triunfo del Fonavi lo saben perfectamente.