Ante unas 60 mil almas, el trío británico ofreció el primero de los dos shows que realizará en el país, al que volvió después de 27 años. Fue un recital de altísimo nivel y mucha calidad.
Con un show de altísimo nivel que confirmó sus cualidades como instrumentistas, el grupo integrado por Sting en bajo y voz, Stewart Copeland en batería y Andy Summers en guitarra.
Nuevas generaciones de oyentes pudieron gozar de una de las bandas más influyentes de los ??80 y si esta afirmación genera dudas, sólo hay que remitirse al primer álbum de Soda Stereo para darse cuenta cuán importantes fueron Sting y sus amigos para el rock argentino.
Saliendo de la escena local, si los Police quisieran reclamar derechos de paternidad, los mexicanos de Maná deberían devolver la fortuna que han ganado copiando hasta la imitación burda y los acordes de las canciones de la Policía.
Pero los encargados de sacarse de encima cualquier duda fueron los mismos Police, ya que Copeland demostró que todavía es uno de los mejores bateristas del mundo, que Summers es un eximio guitarrista y Sting, un bajista con muy buen gusto que conserva su voz de manera impecable.
Añejados como el vino, el tiempo no ha afectado su talento y sólo se nota físicamente en Copeland y Summers.
Sting, en cambio, luce atlético, arreglado e insoportablemente lindo, demostrando que todavía es un galán capaz de humedecer conciencias.
Vestidos de negro, rodeados de una puesta en escena interesante que no los esconde sino que resalta sus roles, los Police se entregaron con mucho fervor en su primer concierto porteño.
El arranque fue con «Mensaje en una botella», un clásico de la banda, mientras Sting saludó en castellano y pidió que se mantengan las luces encendidas para poder ver a la gente.
Unos minutos después, las pantallas se cubrieron con los colores azul, rojo y amarillo que identificaron al trío, mientras Summer arrancó con los acordes de «Synchronicity II», y el estadio coreaba el «Oh Oh» inicial junto con Sting.
«Walking on the moon» mostró impecable la garganta de Sting y la perdurabilidad del vínculo con el público argentino, al que el bajista ha cuidado con varias visitas.
«Voices in muy head» fue la sorpresa extraída del disco «Zenyatta Mondatta» (1980), en la que Sting pidió palmas y recibió 60 mil pares, que luego saludaron maravilladas la sabiduría de Copeland en cada golpe.
La canción fue enganchada con «When the world is running down you make the best» y «Zenyatta Mondatta», que tiene la simpleza emotiva de una frase que reza «cuando el mundo se cae, vos hacés lo mejor que podés con lo que tenés a mano».
En «Driven to tears» de «Zenyatta», Summer mostró la agilidad de sus dedos para resucitar un solo sumamente emotivo que en aquellos años fue largamente imitado, mientras que el loquísimo «Hole in muy life» del esencial «Outlandos d??Amour» (1978) arrasó con las reservas morales del público que entonó un beatlesco «Yeah» hasta la afonía.
El new wave «Truth Hits everybody» ratificó la capacidad de Sting para crear estribillos simples y pegadizos como el de la hermosa «Every Little Thing She Does Is Magic» de «Fantasmas en la máquina» (1981), que los muestra como sabios caminantes del reggae blanco.
En «Wrapped around your finger», que aparece en «Synchronicity» (1983), un set percusivo emergió de las entrañas del escenario y Copeland se aposentó sobre él, arrancándole golpes a un gigantesco gong, mientras Summers asaltaba los recuerdos de la gente con los acordes iniciales. En esta canción, los aplausos se los robó Copeland.
«Do Do Do Da Da Da» del disco de «Zenyatta» es una canción tonta pero efectiva, es a los Police lo que «Obladi Oblada» fue a los Beatles, pero a las 60 mil almas no les importó y bailaron durante casi 4 minutos.
Con «Invisible Sun», acompañado por videos de campos de refugiados en Africa, nos recordaron que Sting fue el rockero políticamente correcto y con conciencia por excelencia en una etapa pre-Bono y antes de que el líder de U2 arrasara con todo teniendo el tupé de reunirse con George W. Bush, mala palabra para el rock.
Copeland volvió a lucirse con la percusión, mientras Sting le arrancaba algunos sonidos a un sikus para darle forma a «Walking in your footsteps», que habla de caminar la tierra caminada por los saurios.
Por en la pantalla, la banda volvió a reírse de si misma y tomó en broma lo de ser los dinosaurios del rock, mostrando imágenes de una verdadero Jurassic Park y demostrando que todavía los asiste la música.
La vieja y popularizada onomatopeya del «Io Ie» cobró vida 27 años después en las gargantas argentinas apenas la banda arrancó con «Can??t stand losing you», que entregaron cinco minutos de fiebre rockera a un ritmo descomunal.
Las luces rojas le dieron vida al estadio en «Roxanne», uno de los 20 hits más importantes de la historia del rock, que luego se sumergió en la tortuosa pero a la vez hermosa canción «Rey del Dolor».
«Every Breath you take» es una de las cinco mejores baladas de la historia del rock y según encuestas la mejor canción de los ??80, pero en esencia es la banda de sonido de amores posesivos y celosos. Más allá de esto, Sting se volvió a mostrar como un gran cantante y la banda lució impecable.
Satisfecho de alegría, Andy Summer se quedó en el escenario mientras sus compañeros huían hasta que los convocó nuevamente con los acordes de «Nex to you».
Mientras Sting cantaba, las pantallas devolvían imágenes de cuando los integrantes del trío eran jóvenes, hermosos y malditos, cualidades de las que podrán mostrar vestigios esta noche, en su segundo show en River Plate.