restó juramento ante la Asamblea Legislativa y se convirtió en la primera jefa de Estado por voto popular.
Poco después pronunció su primer discurso como mandataria, que duró 53 minutos, y en el que se refirió a los principales lineamientos de su gobierno. Volvió a pedir por Ingrid Betancourt, le dirigió un mensaje a su par uruguayo Tabaré Vázquez por el conflicto por Botnia y le agradeció lo hecho a Néstor Kirchner en sus cuatro años de gestión. Asistieron líderes de América Latina, representantes del resto del mundo e invitados especiales.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner ratificó este lunes los ejes del modelo político, social y económico que inició el mandatario saliente, Néstor Kirchner y dejó en claro que el pacto social que propuso durante su campaña va más allá de un acuerdo de precios y salarios.
Al hablar ante la Asamblea Legislativa, después de haber prestado juramento como presidenta, Cristina Fernández hizo hincapié en que el escenario donde asumía «es diferente al de hace cuatro años y medio, el presidente que está sentado a mi lado cambió en estos cuatro años y medio ese escenario», afirmó.
En ese marco, tuvo una definición estratégica: «Pueblo y Nación siguen más vigentes que nunca en tiempos de globalización».
Al hablar sobre el nuevo modelo económico que se ha puesto en marcha, la presidenta sostuvo que «es un modelo que reconoce en el trabajo, la producción, la industria y el campo, la fuerza matriz para que millones de argentinos haya recuperado el trabajo y las ilusiones».
«Creo que debemos superar ese tabú histórico sobre si el modelo es industria o campo. En un modelo de acumulación con inclusión social campo e industria tienen sinergia», dijo.
En ese sentido, remarcó que su propuesta de pacto social formulada durante la campaña electoral «no es de precios y salarios, no soy gendarme de la rentabilidad de los empresarios, ni parte de internas sindicales y políticas».
«El acuerdo es de las grandes metas. Luego iremos por sector y actividad, analizando cuándo es más competitivo. Tampoco es casual la decisión elevada a rango de ministerio de la investigación y la tecnología», sostuvo.
Al respecto, indicó que «se trata de poder sentar las bases de acumulación, para que las elecciones democráticas no signifiquen cada cuatro años cambiar el modelo».
Recordó las madrugadas en el Parlamento cuando «se sancionaba el ajuste permanente, porque los pide el FMI sino se acaba todo era la frase».
«Del ajuste permanente en los 90 pasamos al Parlamento que aplaudía el default. Creo que hemos recuperado el equilibrio», afirmó.
«Si en los 90 tuvimos presión sobre el Parlamento de organismos multilaterales y otros argentinos. Los años 80 arrancaron leyes de obediencia debida y punto final por el partido militar», agregó.
Al referirse a la justicia, dijo que «saldamos una deuda, dar una Corte Suprema a los argentinos que no nos avergonzara».
De inmediato, abordó la política de derechos humanos del gobierno al decir que «hemos derribado el muro de la impunidad y decretado la anulación de la obediencia debida y el punto final, hemos aportado a la construcción del sistema democrático».
En esa línea, añadió que «en estos cuatro años, estos juicios que han demorado treinta años puedan ser terminados.
«Tenemos la obligación de adoptar los instrumentos que garantizando derechos que otros no tuvieron, permitan enjuiciar a quienes fueron responsables» del mayor genocidio de nuestra historia».
«Se lo debemos a quines fueron las victimas, a sus familiares, a las abuelas, a las madres, a los sobrevivientes que no pueden ser sometidos a la tortura de un relato tragedia, a las fuerzas armadas para que de una vez se pueda separar la paja del trigo, y podamos los argentinos mirarnos a la cara», enfatizó.
La presidenta reivindicó el rol de la escuela pública «como eje fundamental de la transformación» y remarcó que ésta permitió «llegar a hijos de trabajadores a la presidencia», al mencionar su caso y el de su esposo.
Se refirió además a la inserción de la Argentina en el mundo y al respecto mencionó el acuerdo firmado ayer en Casa de Gobierno por los presidentes de Bolivia, Ecuador, Brasil, Venezuela y Paraguay que junto con la Argentina dieron nacimiento al Banco del Sur. «Esta es nuestra casa,
América latina, que también tienen nombre de mujer», subrayó.
Abogó por la pronta incorporación de Venezuela al Mercosur, y dirigiéndose al presidente uruguayo Tabaré Vázquez, que se disponía a firmar hoy el acta del Banco del Sur, le recordó el diferendo con Argentina por la pastera de Botnia.
«Quiero decirle con toda sinceridad, que no va a tener un solo gesto que profundice las diferencias que tenemos, pero esta situación no nos es imputable».
«Nos hemos presentado en la Corte de La Haya porque se ha violado el tratado del río Uruguay. Este y no otro, es el conflicto», dijo y agregó: «Sepan compatriotas de Uruguay que los sentimos nuestros hermanos, que no haya duda».
Quiero hacerme eco del llamado del presidente Francia, para que colaboremos en la negociación en cuanto a lograr liberación de Ingrid Bentacourt, cuya madre nos acompaña.
Tras reiterar que Argentina comprometerá su esfuerzo para lograr la liberación de Ingrid Betancourt, prisionera de las FARC, fijó posición en «la necesidad imperiosa de reconstruir el multilateralismo. Un mundo unilateral es un mundo inseguro e injusto».
Recordó los atentados contra la embajada de Israel y la Amia y sostuvo que «nuestra lucha contra el terrorismo global no debe llevarnos a justificar que incurramos en la violación de los derechos humanos».
La flamante presidenta reafirmó «el reclamo indeclinable de nuestra soberanía sobre las Islas Malvinas» y llamó «al país ocupante a cumplir con el mandato de las Naciones Unidas porque hay una situación de enclave colonial».
Por último, en un emotivo pasaje de su discurso, dijo que toma el «ejemplo no sólo de Eva (Perón), sino de mujeres que con pañuelos blancos se atrevieron y lo hicieron. Madres y abuelas, Madres de la patria».