Aunque mantuvo la dureza en los calificativos, pidió humildemente y por favor que los sectores del campo levanten la protesta y les abrió las puertas de la Casa Rosada. El acto fue una demostración de fuerza institucional, con un fuerte marco de color partidario.
Levanten el paro para poder dialogar. Los convoco al diálogo en serio; las puertas de la Casa de Gobierno están abiertas, pero, por favor, levanten una medida que es contra el pueblo». Con ese llamado firme, Cristina Fernández renovó anoche el intento de descomprimir el conflicto que el poder central mantiene con el campo desde hace quince días por la política de retenciones al sector.
Con un claro tono conciliador, aunque con la misma dosis de didáctica que utilizó el martes, cuando sus palabras quedaron opacadas por un cacerolazo de sectores de la ciudadanía porteña en la Plaza de Mayo, la presidenta realizó la convocatoria a la negociación con el campo durante el acto que el gobierno organizó como demostración de fuerza en Parque Norte.
Fue un acto peronista, pero, también, de acompañamiento institucional, por la presencia del ex presidente Néstor Kirchner -quizá el más firme impulsor de la movilización-, los funcionarios del gobierno en pleno, los líderes provinciales del peronismo (a excepción del cordobés Juan Schiaretti), legisladores nacionales, organizaciones sindicales, sociales y de derechos humanos.
Un gesto de respeto
La mandataria insistió en denominar al paro del campo como un «lock-out patronal» y, luego de cargar contra la repercusión mediática de las protestas tras su discurso en la Casa Rosada, avanzó en un mensaje de llamado al diálogo, muchas veces dirigido a los pequeños y medianos productores, pero conceptualmente idéntico al del martes, cuando habló de «extorsión» y «piquetes de la abundancia».
No se puede dialogar con una pistola en la cabeza, es muy difícil, sobre todo en democracia. Siempre estamos dispuestos al diálogo, pero no se puede negociar sin que hayan levantado el paro. Es un gesto de respeto a la democracia», subrayó tras advertir que el ministro de Economía, Martín Lousteau, y el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, habían realizado fallidas gestiones de acercamiento con el sector.
La presidenta volvió a defender la política de retenciones como parte «de un modelo de país y de distribución del ingreso» y aseguró que las medidas del gobierno en ese sentido también cuentan con el respaldo de «gente y dirigentes que no son peronistas. Yo soy peronista, me acompañan muchos que no lo son», subrayó.
Dura con los medios
El llamado al diálogo estuvo acompañado por reiterados gestos para acallar los silbidos y abucheos que suelen interrumpir los discursos de un acto político. En todo momento, la presidenta insistió en hacerse escuchar sin cánticos de fondo, aunque dedicó el primer tramo del mensaje a cuestionar con dureza la lectura mediática de sus palabras del martes y las posteriores protestas en Capital Federal y el interior.
Así, instó a recordar que, apenas tres horas antes de su aparición en la Casa Rosada, las entidades del campo habían dispuesto extender el paro por tiempo indeterminado. «Eso fue antes», refrendó.
Para la presidenta, las manifestaciones en la Plaza de Mayo «no fueron espontáneas» y, tras señalar que había visto «las caras de abogados defensores de ex represores» de la última dictadura militar, advirtió que esa protesta fue presentada como un rechazo a las medidas oficiales sobre el campo, pero incluyó una crítica solapada a la política del gobierno en materia de derechos humanos.
Hay otra Argentina diferente de la que nos quieren mostrar. La nuestra no es una política antisoja, es una política pro pueblo y pro campo», enfatizó.
Hubo espacio para las ironías y las críticas a la oposición especialmente encarnadas en las figuras de Mauricio Macri y de la líder de la Coalición Cívica (CC), Elisa Carrió.
No se entiende ver a paquetas señoras vecinas de donde yo vivo gritar con tanto entusiasmo contra las retenciones y aplaudir tanto a los que les aumentan los impuestos a ellos», advirtió.