El 10 de diciembre de 1983, Raúl Alfonsín asumió la Presidencia de la Nación, en una jornada histórica que significó la restitución de los gobiernos democráticos en la Argentina tras siete años de dictadura militar.
El 10 de diciembre de 1983, el líder radical que había derrotado al peronismo en las elecciones nacionales realizadas dos meses antes -las primeras desde septiembre del`73- asumió la Primera Magistratura, en una fecha elegida por él mismo dado que coincidía con el día internacional de los derechos humanos.
Aquella jornada estuvo teñida por el entusiasmo y la algarabía de los ciudadanos, más allá de los simpatizantes de la UCR, quienes celebraban en las calles el retorno de un gobierno elegido por el pueblo, cuando parecía que la sucesión de gobiernos militares en la Argentina era inacabable.
«Había un clima de alegría que se respiraba en la calle, no sólo de los radicales, sino de todo el pueblo argentino«, rememoró el dirigente Leopoldo Moreau, quien en aquella fecha asumía una banca de diputado.
Desde temprano se había montado un importante operativo policial a lo largo de la Avenida de Mayo, desde el Congreso a la Casa Rosada, con el objetivo de evitar que se suscitaran incidentes que pudieran terminar empañando la fiesta.
Con el correr de las horas la Plaza de Mayo comenzó a recibir una numerosa afluencia de gente hasta terminar abarratada, que llegó a extenderse por la Avenida de Mayo y las diagonales Norte y Sur, en lo que se recuerda como una de las últimas grandes concentraciones para un acto en esa tradicional plaza.
Entre el público que desembarcó allí se destacaba la gran cantidad de banderas argentinas, así como algunas de la UCR y las características boinas blancas que representan al partido fundado por Leandro N. Alem.
En primer lugar Alfonsín brindó un discurso en el Congreso frente a la Asamblea Legislativa, que le tomó el juramento como Presidente de la Nación junto a su compañero de fórmula Víctor Martínez, quien juró como vicepresidente.
«El recuerdo más fuerte que tengo de aquel día es el discurso
fundacional que Alfonsín dio ante la Asamblea Legislativa, especialmente porque se volvían a prender las luces del Congreso,
se volvía a llenar de murmullos, de voces, de discursos»,
reconstruyó emocionado Moreau.
Luego el líder radical, que en aquel momento tenía 56 años, se trasladó desde el Congreso hacia la Casa de Gobierno a bordo de un
auto descapotable, mientras era escoltado por una multitud que buscaba saludar y tocar al flamante jefe de Estado.
En el Salón Blanco de la Casa Rosada se celebró el acto donde Alfonsín recibió la banda y el bastón presidencial de parte del último mandatario de facto, Reynaldo Bignone.
Además se desarrolló la jura de los ministros, entre quienes el flamante titular de la cartera de Defensa y máximo operador político del líder radical, Raúl Borrás, fue el más ovacionado de todos los funcionarios entrantes.
Por último, en uno de los balcones del Cabildo, Alfonsín dio un breve discurso para las decenas de miles de personas que se concentraron en la Plaza de Mayo, evitando hacerlo en la Casa Rosada dado que aún estaba fresco el recuerdo de las palabras de Leopoldo Galtieri, un año antes, cuando anunció el inicio de la Guerra de las Malvinas.
Allí, Alfonsín dirigió al público un mensaje de unidad de todos los argentinos y concluyó su alocución, como era su costumbre, recitando el Preámbulo de la Constitución nacional.
A partir de aquel día, el gobierno de Alfonsín debió enfrentar problemas como la consolidación de la democracia, la relación con las Fuerzas Armadas, la inflación, la deuda externa y los paros sindicales.