Yuyales de dos metros de altura, pésima señalización, baches y profundos huellones en los desvíos, ausencia de banquinas por largos kilómetros son los peligrosos derivados de la interminable transformación de la Ruta 19 en autovía.
Uno de los ingresos -todos están así- a la 19, con visibilidad cero: nadie se ocupa de los yuyales, que terminan conformando un muro en algunos casos de dos metros de altura. Recorrer la Ruta 19 entre Santo Tomé y San Francisco, esto es, el tramo “santafesino” de esta vital vía de comunicación que la provincia está transformando en autovía, además de un suplicio, es una experiencia sumamente peligrosa. Es que la convivencia de una obra “interminable” -cuya finalización se aventuró en algún momento para “marzo”: imposible- con diferentes empresas trabajando en ella, y la “vieja” ruta con su concesionario, generó una franja, un abismo, en que nadie se hace responsable de cuestiones básicas que hacen a la más elemental seguridad vial: señalización adecuada, corte de malezas, mantenimiento de banquinas, iluminación.En abril de 2010, Diario El Litoral publicó un informe, a la vez título principal de tapa de ese día, en que el gobierno provincial informaba sobre el gran avance de obra y señalaba que los trabajos terminarían no más allá del primer trimestre de 2011. Queda un mes y cuesta imaginar que los trabajos se terminen en ese lapso. El primer plazo de finalización de obra -que luego se extendió- estaba previsto para el 20 de noviembre de 2010.
La obra, por diferentes motivos, se prolonga y ello trae aparejado una falta de asunción de responsabilidades en tareas básicas de mantenimiento: no las hacen las empresas contratistas, no las hacen los concesionarios de la Ruta 19 y que cobran el consabido peaje. Esta desidia, esta brecha, esta elusión de responsabilidades, este pase de un lado a otro, este yo no fui genera accidentes constantes, la mayoría pequeños, que apenas entran en la crónica, pero muchos otros graves.
Hoy ese puñado de poco más de cien kilómetros es un rosario de desvíos, pozos, carteles, máquinas trabajando y el mismo tránsito de siempre, incluyendo los grandes camiones que descuentan kilómetros en el denominado corredor bioceánico, del que la 19 es parte esencial.
- Uno de los problemas, de incomprensible persistencia, es la proliferación de yuyos y malezas en todo el tramo. Hay verdaderos paredones de yuyos de dos metros y más de altura que dificultan la visión y que tornan muy peligroso el mero tránsito por cualquiera de los cruces de caminos y accesos a las distintas localidades ubicadas a izquierda y derecha de la traza. Entrar y salir de la 19 es una tarea de alto riesgo; permanecer sobre ella, sin escape ni banquinas adecuadas, también.
- La señalización es muy deficiente. Cualquier carnicero de barrio confecciona carteles caseros de mejor presencia que los que jalonan las obras en esta vía internacional. Circular por la 19 en ese sentido, ya es complicado para quienes la conocen y la transitan habitualmente; cuanto más para quienes no la usan con asiduidad. Muchos de los graves accidentes han ocurrido a plena luz del día.
- La iluminación en el sector de obras es pobre, deficiente o directamente ausente. Desde el vamos, en el rulo en construcción en que se cruzan la 19 con la autopista Santa Fe-Rosario, prácticamente no se ve nada y no se entiende la señalización, muy primaria.
- Banquinas, se buscan. Hay tramos en que los vehículos de un lado tienen el cantero central de la autovía, y del otro las banquinas totalmente descalzadas: no hay escape. Muchos de los accidentes tienen que ver con esta cuestión: como las empresas contratistas se concentran en la nueva carpeta, no mantienen las banquinas; y la concesionaria no lo hace porque la ruta está en obras.
- Los nuevos tramos: sí pero no. La gente del lugar, que ya conoce el avance de obra, sube a los nuevos tramos no autorizados y se produce una “pulseada” riesgosa, pues en algún momento se ponen sin mayores indicaciones taludes de tierra para impedir el paso. De noche, las luces que van y vienen confunden.
- Los desvíos presentan grandes desniveles en sus accesos, que sumados al ripio y cantos sueltos, los hacen peligrosos. El panorama se completa con profundos huellones o baches que fueron ocasionando las sucesivas lluvias, la falta de arreglo y el paso de los grandes camiones.
En definitiva, y sin excluir la atávica imprudencia de quienes conducen, la Ruta 19 y su demorada concreción en autovía, generan problemas extras para quienes deben transitar por ella. Es paradójico que una obra que se hace para mejorar la seguridad vial de una ruta tan importante, ocasione más inseguridad. Si la obra continúa demorándose, urge, al menos, que se corten los yuyos, se mejoren los desvíos y se trabaje en una señalética digna para evitar nuevos hechos dolorosos que pueden evitarse sólo con hacer bien las cosas.
Fuente ElLitoral.com