Especialistas en suelos y producción vegetal del Instituto, de Marcos Juárez , describe las prácticas adecuadas para lograr el éxito del cultivo, como la rotación mantenimiento del balance de materia orgánica y uso eficiente del agua.
El maíz posee una importancia fundamental en la rotación al contribuir con el resultado económico de la empresa y el rinde de los otros cultivos, debido a la producción de rastrojos, mantenimiento del balance de materia orgánica y uso eficiente del agua. Como las fallas en la implantación pueden perjudicar el resultado de la campaña, conviene atender a algunas recomendaciones para no afectar los rendimientos.
Pedro Vallone, especialista en suelos y producción vegetal del Insituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) Marcos Juárez –Córdoba– describe las prácticas adecuadas para lograr el éxito del cultivo.
«La siembra debe programarse para que el período crítico de floración coincida con la mayor probabilidad de ocurrencia de lluvias y máxima radiación solar. Las siembras tardías implican ajustes en el manejo, como la elección de cultivares de ciclo más corto, de secado rápido y reducción de la densidad de siembra», aseguró el especialista.
Precisó que el efecto puede también separarse en dos aspectos: densidad total de plantas por hectárea –que dependerá del ambiente y del híbrido a sembrar– y la uniformidad en la emergencia y distribución entre plantas.
«Así, la base de un buen programa de control de malezas en maíz deberá ser inicial y residual, cubriendo gramíneas y malezas de hoja ancha. Las aplicaciones postemergentes tendrán su lugar en los programas de control como complemento de las aplicaciones preemergentes», dijo.
Actualmente, el desarrollo de maíces genéticamente modificados con tolerancia a agroquímicos favorece y amplía el espectro de control de malezas.
«La incidencia de plagas, fundamentalmente, insectos de suelo –gusano blanco– y orugas cortadoras, puede ser importante y más aún en planteos de siembra directa, ya que disminuye la densidad y uniformidad espacial en la línea de siembra», indicó Vallone.
Por esto es imprescindible el curado con insecticidas aplicado a la semilla (curasemillas), que son de baja toxicidad ambiental y excelente efectividad.
El nitrógeno (N) y el fósforo (P) son los dos macronutrientes más limitantes para la producción agrícola en las zonas maiceras. «Deben estar bien provistos en cantidad y oportunidad para asegurar un estado fisiológico óptimo del cultivo en la floración, cuando se determina el número de granos por unidad de superficie, principal componente de rendimiento. Es necesario ajustar las dosis y momentos de aplicación para lograr una alta eficiencia de uso de los nutrientes. Cultivos de alta producción necesitan 200 unidades de N y 25 de P a lo largo del ciclo», aconsejó el referente del INTA.
Por último, el especialista dijo que dentro de los problemas sanitarios más importantes registrados en la región maicera central están las podredumbres de semilla y tizones de plántulas, las manchas foliares, la roya común y las podredumbres de raíz y tallo.
Fuente Sala de Prensa – Presidencia de la Nación