De aparente regreso de una vida de excesos, Charly García, a los 60 años, volvió este jueves a los escenarios para presentar en el Gran Rex un concierto en forma de tríptico que, acaso, pueda ser el punto de partida para conciliar su inmensa pericia musical con el gesto artístico genuino, una comunión en declive en sus últimos años.
Y no porque el concierto titulado «La vanguardia es así» -primera de tres partes del concepto creado para repasar la obra de García- haya sido particularmente alentador, sino porque el retorno de un músico de la estatura de García impone la ilusión de un (re)encuentro con ideas musicales honestas.
La reaparición de García se completará mañana con un concierto denominado «Detrás de las paredes» y el lunes con el capítulo «El angel vigía». El tríptico se repetirá el 4, 8 y 11 de noviembre.
Con una banda nueva, denominada «The Prostitution», el ex Serú Girán condujo un espectáculo que fue, por encima de cualquier otra dimensión, una celebración de su obra.
En ese ritual de la cultura «Say no more», García opera como el director de orquesta: conduce y juega en el escenario (recién al quinto tema se mantuvo firme al frente del piano acústico para ejecutar la introducción de «Los Dinosaurios»); provoca con las palabras; toca de a ratos y canta poco.
El repertorio lo sostiene una banda que presenta como novedad una sección de cuerdas (con Christine Breves en violín, Alejandro Terán en viola y Julián Gándara en chelo), que coprotagonizó con García dos de los pasajes más lúcidos de la noche.
Uno fue el arreglo para cuerdas de «Confesiones de invierno» y otro el acompañamiento de «Desarma y sangra», cerca del final.
El resto de la banda se conformó con parte de su núcleo histórico de la etapa solista más otros del último tiempo: el Negro García López (guitarra), Kiuge Hayashida (guitarra), Carlos González (bajo), Fernando Samalea (bandoneón, vibrafón), Toño Silva (batería), Zorrito Von Quintiero (teclados) y Rosario Ortega (voces).
García abrió el fuego con los acordes de «Cerca de la Revolución» para internarse luego en algunas canciones impropias de su genio musical como «Rock and roll y yo» o «No toquen». En medio de todo, las voces en off de Juan Alberto Badía y Graciela Borges lanzaban frases del argot García.
El concierto cobró vuelo con las citas a los años de Serú Girán («Viernes 3AM») y algunos hitos de su carrera solista («Los dinosaurios», «Nos siguen pegando abajo»); pero luego descendió hacia aguas menos estimulantes («Vicio», o «La sal no sala», con la guitarra de Juanse).
En la sección de bises García dejó los artificios y se acercó a su mejor versión.
Sólo acompañado con violín, viola y chelo, entregó una impecable versión en si bemol de «Desarma y sangra»; para luego, ya con el resto de la banda, animarse a las exigencias de «Eiti leda».
La faena, en otro clima, se completó con «Funky».
El concierto dejó entrever la potencia de la obra de García que, habiendo ya entregado muchas de las mejores músicas de la cultura popular argentina, no le debe nada a nadie.
Pero justamente por el valor de ese legado y por la certeza de que el hecho creativo bien puede acomodarse a sus 60 años, siempre se espera de García un nuevo mojón en su intenso derrotero.
Por ahora se trata de una promesa.
Fuente Agencia Télam