El salteño Oscar «Chaqueño» Palavecino encarna, acaso como ningún otro, el prototipo del cantor festivalero, proclive a la velocidad, la estridencia y la exaltación; condiciones que lo erigieron esta madrugada en el encargado de inaugurar el 52do. Festival de Folclore de Cosquín.
La elección de Palavecino, refrendada por el clamor del público en la Plaza Próspero Molina, importa una inequívoca declaración de identidad por parte de la comisión organizadora.
La estampa del cantor salteño, algo fatigada por el trajín que supone transitar tantos festivales (es difícil escucharlo en un ámbito diferente), bastó de todas formas para cumplir con la expectativa de atizar el temperamento del público.
Esta vez la actuación de Palavecino estuvo lejos de las noches maratónicas de otras ediciones (el año pasado cantó algo más de dos horas y media): acotó su presencia a 78 minutos.
Si bien la reducción se fundó en una cuestión de horario y en la proximidad de la presentación del «Chaqueño» en la Fiesta Nacional del Chamamé, habrá que computar que la voz del cantor, lacerada, puede saludar esa contingencia.
«Hoy estará todo un poco amontonado», adelantó Palavecino a Télam minutos antes de subir al escenario Atahualpa Yupanqui.
La duración de su performance se convirtió en un tema recurrente para el cantor; una actitud quizá atendible si se la compara con lo que recibió otros años, pero a la vez una provocación en vista de los apresuramientos a los que son empujados artistas menos taquilleros.
«Temprano y cortito como beso de marido», avisó Palavecino ni bien subió al escenario.
Al cabo, el salteño inauguró su programa con «Mi cielo terrenal» y no demoró en agitar el ánimo del público.
Con «Juan de la calle» sus seguidores demostraron fidelidad y apoyaron con el canto; a través de «A don Amancio», Palavecino insistió con sus clásicos saltos de octava; y, con «Pañuelo de sol», el cantor ofreció un fugaz espacio a un clima distinto con una canción de estreno.
Prosiguió un extraño momento con el esparcimiento de una muestra de cenizas del fallecido Carlos “Chango” Nieto en el escenario y luego el cantor se internó, sin miramientos, en un desenlace de exacerbando tono festivalero.
Entonces se sucedieron hits como «El enviciado» y Amor salvaje» para, ya en la sección de bises, atacar la zamba «Balderrama» de la usina creativa de Gustavo Leguizamón y Manuel Castilla.
Ya debajo del escenario, Palavecino afirmó su deseo de abordar en su próximo disco la obra de Atahualpa Yupanqui, una misión que, a juzgar por la inmensidad que separa a los artistas, despierta al menos curiosidad.

Fuente Agencia Télam