El cuartetero Carlos «La Mona» Jiménez, expulsado del Festival de Folclore de Cosquín hace 24 años, regresó esta madrugada como el mayor estandarte del mismo espacio que lo había prohibido y, en esa condición, lideró un ritual bailable que conmovió a una repleta plaza Próspero Molina.
Jiménez, a los 61 años, llevó por tercera vez el cuarteto al mayor escenario de raíz folclórica del país y se redimió de su frustrada actuación de 1988, donde logró cantar cuatro temas antes de que la plaza se desbordara por los disturbios. Aquello terminó en suspensión, heridos y la proscripción de `La Mona`.
La extensa condena de Jiménez obedeció a aquel desenlace más que a alguna plausible objeción, acaso natural, sobre el lábil vínculo entre el cuarteto con los más antiguos ritmos y acentos musicales que anidaron en la provincia Córdoba.
Habrá que convenir que el Festival de Cosquín ha manejado -según su época histórica- fronteras difusas y ha cobijado músicos ajenos a su especie; y, si esa es la prevención y no líneas estéticas, no persisten razones para sostener la exclusión sin, al mismo tiempo, acompañarla por otra tantas, algunas escondidas en el lenguaje y la liturgia del género.
No fue Jiménez, sin embargo, el precursor del cuarteto en el territorio festivalero. En 1987, el año previo a los disturbios del recital de «La Mona», Cosquín había albergado al Cuarteto Leo, que sentó las bases para la llegada de Jiménez al año siguiente.
«La Mona» subió al escenario de Cosquín a las tres de la madrugada, en una plaza reforzada en sus medidas de seguridad, y con el prólogo musical de Los Cuatro de Córdoba, la formación que intentó, sin éxito, el retorno de Jiménez -en calidad de invitado- en 2000.
Jiménez, vestido con un poncho, acompañó primero a Los Cuatro de Córdoba para entonar, a su modo, «Barrio Alberdi» y «Amándote» mientras el público -bien diferente del habitual de Cosquín- se desgañitaba por demostrar su adhesión.
Luego, ya sin los folcloristas en el escenario, empezó la fiesta cuartetera. Jiménez, ahora vestido con musculosa, retomó «¿Quién se ha tomado todo el vino?», la canción que había quedado inconclusa en aquella noche de enero de 1988.
Después ya todo se desarrolló con naturalidad y con el vértigo de cualquier recital de «La Mona» que, con 82 discos editados y presentaciones todos los fines de semana, tiene un innegable oficio para conducir los climas de una noche de festival.
Jiménez cumplió con las expectativas de sus seguidores y les entregó en dosis clásicos como «Taxi taxi», «El marginal» o «Beso a beso» en una hora y cuarenta minutos de show, más de los que obtuvo cualquier otro artista en la 52da. edición de Cosquín.
«Fuimos echados como perros de Cosquín, pero esta igual no es una revancha. Vinimos a terminar lo que quedó pendiente en el ‘88», interpretó Jiménez sobre el final de su recorrido musical.
Un par de horas después de finalizado el recital, las calles de Cosquín ofrecían pruebas de un suceso inusual: policías apostados en las esquinas y comercios y bares cerrados, por primera vez desde el inicio del festival.
Hay prejuicios que duran más que 24 años.
Fuente Agencia Télam