El Departamento Ejecutivo Municipal, encabezado por Ana María Meiners, participó de la conmemoración del “Día Nacional del Crucero A.R.A. General Belgrano” realizada en la Escuela Media N° 371 “Soldados de la Patria Colombo – Müller”, que lleva el nombre de ambos jóvenes esperancinos fallecidos el 2 de mayo de 1982 con motivo del trágico hundimiento durante la guerra de Malvinas.
Se encontraban presentes, alumnos, docentes y directivos del establecimiento; familiares de Colombo y Müller; veteranos de Malvinas; ediles locales; representantes de instituciones civiles y religiosas de la ciudad; y personas vinculadas a la historia de la institución educativa.
En el emotivo encuentro hicieron uso de la palabra la Directora de la Escuela, Gladys Gentina; el Dr. Luis Plantón, quien fuera -en el momento de la creación del establecimiento- Subsecretario de Educación d ela Provincia; Omar Vogt, sobreviviente del crucero Gral. Belegrano y miembro del Centro de Veteranos de Malvinas “Colombo – Müller” de nuestra ciudad; el Padre Jorge Salazar de la Parroquia del Colegio San José, y la propia intendente municipal, Ana María Meiners.
También se procedió al descubrimiento de placas con textos conmemorativos, de la Federación de Cooperadoras Escolares, del Centro de Excombatientes y de la Municipalidad de Esperanza.
Palabras de Ana María Meiners
“No obstante a que la Guerra de Malvinas constituye uno de los episodios más controvertidos y difíciles de abordar de nuestra historia reciente, es indudable que el único conflicto bélico que el país libró durante el siglo XX dejó una huella indeleble y difícil de mensurar hasta la actualidad en los sentimientos de todos los argentinos, pero en particular en la de los veteranos de guerra sobrevivientes y en las familias de los que perdieron la vida en aquellas trágicas circunstancias.
Tanto, que recién el 23 de junio de1998 fue declarado en nuestro país el día 2 de mayo de cada año como “Día Nacional del Crucero A.R.A. General Belgrano”, en recordación de todos los tripulantes que fallecieron como consecuencia del ataque del submarino nuclear británico HMS Conqueror.
Aquel decreto presidencial enunciaba que “para la Nación Argentina reviste especial interés mantener vivo el recuerdo de todos aquellos que ofrendaron sus vidas en defensa de la soberanía nacional”, y es en esos términos que quiero compartir con todos ustedes estas palabras.
La historia, que seguramente muchos conocen, nos dice que el día de su hundimiento -hace ya 30 años- el crucero General Belgrano estaba bajo las órdenes del comandante Héctor Bonzo, con una dotación conformada por oficiales, sub-oficiales, cabos, marineros, conscriptos y dos civiles -encargados de la cantina del buque- que embarcaron como voluntarios en la misión. Normalmente, en tiempos de paz, la tripulación del buque rondaba entre los 750 a 770 hombres, pero en esas particulares circunstancias llevaba a bordo 1.093 tripulantes.
Finalmente, el artero ataque -que generó una amplia polémica internacional en su momento al haberse producido fuera del área de exclusión que los mismos británicos habían establecido- causó la muerte a 323 argentinos. Prácticamente la mitad de las bajas de nuestro país en todo el conflicto. Entre ellos los jóvenes Conscriptos esperancinos, clase 62, Oscar Aldo Colombo y René Omar Muller que honran con su nombre e identifican para la posteridad a esta escuela.
Hasta allí la Historia. Voy a ser breve y prefiero, por conocidas, no enumerar las circunstancias trágicas del crucero General Belgrano y de la guerra en Malvinas. No porque no lo considere importante, pero creo necesario dar a tanto sacrificio en pérdidas irreparables una significación que nos trascienda a cada uno como individuos que habitamos y participamos de la vida en comunidad.
El fin no justifica los medios, y a excepción de la violencia necesaria que se ejerce en circunstancias -y reitero excepcionales- de legítima defensa para la tutela de los bienes y la seguridad de las personas, como seres civilizados debemos rechazar siempre, todo tipo de violencia hacia los otros. En este aspecto, las guerras -cualquiera de ellas- ofenden la dimensión y la esencia de la propia condición humana.
Esta íntima convicción que muchos compartimos, no significa resignar los legítimos reclamos por los derechos soberanos sobre el archipiélago o minimizar o esconder nuestra propia historia -como en el pasado- o la de cada uno de aquellos soldados, muchos de los cuales perdieron trágicamente la vida. Al contrario.
Por estos días habrán escuchado una frase que pronunciara nuestra señora Presidenta, y que circula por el mundo cada día con mayor fuerza y contundencia: DEMOS UNA OPORTUNIDAD A LA PAZ, dicha en relación a que los países tienen la obligación ética de dirimir sus conflictos por la vía pacífica y la negociación consensuada. Esa frase y su significado expresan lo que los especialistas llaman “un cambio de paradigma”. Y ¿qué es un cambio de paradigma? Se trata de un superador y necesario cambio de valores éticos en reemplazo de los que primaron en el pasado para dirimir conflictos entre países. Para decir mejor, ausencia de valores que nos provocaron sufrimiento, hasta nuestros días.
Quería compartir hoy y en este lugar estos pensamientos, porque los esperancinos estamos obligados a reflexionar y a sentirnos profundamente orgullosos -en particular quienes concurren diariamente a este establecimiento- de tener una escuela que se llama «Soldados de la Patria Colombo – Müller», que excede con creces la simple imposición de nombre y la permanente evocación de nuestros queridos y jóvenes soldados.
Mencioné el actual cambio de paradigmas o valores éticos por un motivo especial. Sin duda, no debe haber otro espacio institucional en una sociedad, que contenga una dimensión simbólica tan opuesta al belicismo y a la guerra de la que hablamos, como lo son -por definición- las aulas de una escuela.
Vemos así, que el mayor sacrificio que nos legaron nuestros jóvenes fallecidos en el hundimiento del crucero General Belgrano no ha sido en vano, y cobra -desde esta escuela- un nuevo sentido casi imperativo: ya que sus aulas ofrecen la posibilidad de ser, en lo individual, cada día mejores y tolerantes personas que contribuyan solidariamente -en un futuro cercano- con la construcción colectiva de una nueva sociedad que no repita nunca más las tragedias del pasado.
Creo, humildemente, que ese es el mejor y comprometido homenaje que podemos y debemos hacer a quienes tanto nos dieron, desde el lugar y responsabilidad que nos toca a cada uno de nosotros. A la vez que -como comunidad- reiteremos nuestro mayor y agradecido reconocimiento a todos aquellos que hace treinta años participaron en los eventos que hoy conmemoramos.
¡Por todos los tripulantes del crucero A.R.A. General Belgrano!!!
¡Presente!!!
Muchas Gracias.»
Fuente Prensa ME