En cada barco de 40 mil toneladas exportadas de grano de soja se pierden aproximadamente 4.000 de nutrientes. Para los especialistas, es el “costo oculto” de la agricultura argentina.
Un estudio del INTA Casilda –Santa Fe– aseguró que, por cada carguero que lleva soja al exterior, se pierden miles de toneladas de nutrientes de los suelos argentinos; esos nutrientes, además, no son repuestos. Para Fernando Martínez, jefe de esa unidad del INTA, “cada 40 mil toneladas de grano de soja se exportan hasta 8.700 de fertilizantes, de las que sólo se reponen el 37 por ciento”.
La especialista Graciela Cordone, también del INTA Casilda, detalló que en un barco cargado con 40.000 toneladas de soja se exportan 3.576 toneladas de nutrientes. Si la carga es de trigo, los nutrientes se cuentan por 1.176 toneladas y, en el caso del maíz, 966.
Los especialistas coinciden en que las 3.576 toneladas de nutrientes extraídos –nitrógeno, fósforo, azufre, potasio y magnesio– se equiparan a 8.735 toneladas de fertilizantes –urea, superfosfato simple, cloruro de potasio y sulfato de magnesio–. Una tonelada de fertilizante tiene un costo promedio de unos 450 dólares, lo que generaría una descapitalización de, al menos, 3 millones de dólares por barco.
La técnica de Casilda graficó la pérdida: “Necesitaríamos 300 camiones para cargar los fertilizantes que contienen los nutrientes que se exportan en cada barco: de cada tres unidades de nutrientes sólo se repone una”.
“Hay que generar conciencia y cuantificar el valor económico de los recursos naturales a partir del cuidado de la materia orgánica del suelo que es un componente y a la vez un indicador de su calidad. Esto aún no es considerado como un hecho preocupante debido a las excelentes condiciones productivas del suelo argentino”, advirtió Cordone.
En esta línea, Martínez agregó: “Tenemos un suelo tan fértil que no se toma conciencia de la importancia de mantener la fertilidad mediante el agregado de nutrientes que comienzan a faltar. Mientras el negocio sea rentable, no se dimensionará que todo se termina y el suelo, que es el gran soporte de la agroindustria, también se terminará”.
“La materia orgánica es un factor fundamental en la cadena agroindustrial”, aseguró la técnica del INTA. Por esto llaman ‘costo oculto’ a las pérdidas de producción, industrialización y de derechos de exportación ocasionadas por la disminución de materia orgánica y nutrientes en el suelo.
En este contexto, el jefe del INTA Casilda comparó la situación nacional con la de Brasil y aseguró que allí “un productor sojero debe invertir más de 400 dólares por hectárea en fertilizantes para producir 4.000 kilos de la oleaginosa en un suelo rentable. Un argentino logra el mismo rendimiento por hectárea con 40 dólares, un costo 10 veces menor”.
Cuando se apaga el fósforo
“La planta de soja requiere de una docena de nutrientes esenciales, de los cuales sólo el nitrógeno puede ser provisto, en parte, desde el aire mediante la fijación biológica. Este mecanismo exige un gasto de cinco dólares por hectárea. Los demás nutrientes son tomados por la planta totalmente del suelo y, si faltan, el productor no tiene opción: debe aplicarlos sí o sí, o perder producción”, afirmó Cordone.
Este cultivo es un gran consumidor de nitrógeno, fósforo, potasio y azufre. Estos se exportan en los granos, en la harina o en el aceite y se reponen sólo en un 37 por ciento, sin contar que de potasio no se repone nada porque por ahora alcanza.
Por esto, Graciela Cordone destacó que si bien en la Argentina ingresan muchas divisas por las exportaciones agroindustriales, “se debe tomar conciencia que el suelo se agotará si lo seguimos explotando con el actual sistema productivo: debemos usarlo de modo sostenible para que nuestros hijos puedan seguir produciendo con buenos rendimientos”.
La conservarción del suelo y su día mundial
De acuerdo con Roberto Casas, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA, las claves para aumentar la producción nacional y prevenir el deterioro de la salud del suelo “consisten en controlar los procesos erosivos, reponer los nutrientes extraídos y mantener un elevado flujo de carbono a través de las rotaciones”.
La degradación de los recursos naturales y, en particular, de los suelos cultivados, es uno de los mayores desafíos del nuevo siglo. De hecho, Casas explicó que unos 2.000 millones de hectáreas del mundo están deterioradas en forma irreversible y el 60 por ciento de las 1.700 hectáreas restantes “posee procesos degradatarios de moderados a graves que afectan anualmente entre 5 y 7 millones de hectáreas de tierra productiva”.
En la Argentina, un 20 por ciento del territorio está afectado por procesos de erosión hídrica y eólica, lo cual representa unas 60 millones de hectáreas. Asimismo, “las regiones áridas y semiáridas del país, que cubren el 75 por ciento de la Argentina, poseen ecosistemas frágiles proclives a la desertificación”, dijo el especialista.
En este marco, Casas destacó que el 7 de julio se conmemora en todo el país el Día de la Conservación del Suelo, propuesto por el INTA como homenaje a Hugh Bennett, pionero en la lucha contra la erosión de los suelos en distintas regiones del mundo y creador del Servicio de conservación de Suelos de los Estados Unidos.
Fuente INTA Informa