Con la forma sencilla y profunda de la voz y la caja, la figura de Leda Valladares fue evocada anoche, a un año de su muerte, por un colectivo de músicos liderados por Pedro Aznar, Miriam García, Raúl Carnota, Silvia Iriondo y Suna Rocha.
La inmensa obra de Valladares, responsable de haber rescatado buena parte de la herencia musical andina, en especial aquella de rastro anónimo, fue tributada por un grupo de artistas convocados por Miriam García -sucesora de Leda- a través de una comparsa que acompañó el ritmo de caja con el canto colectivo.
Fue la manera de recordar a la compositora y poeta tucumana que falleció el 13 de julio del año pasado.
«Leda no era musicóloga. Sus rescates estaban vinculados con criterios estéticos y su canto era, por así decirlo, natural; y enseñó a muchos la relación entre la música y la tierra», recordó anoche José Luis Castiñeira de Dios, director nacional de Artes y también músico que supo acompañar a Valladares en el escenario.
Del homenaje participaron músicos de distintas vertientes como Fabiana Cantilo o el propio Aznar; Suna Rocha, Silvia Iriondo, Teresita Cruz, Guillermo Rizzotto y Carlos Olguín, entre muchos más.
«Leda nos enseñó también una forma de cantar y (a los músicos del rock) nos acercó un canto andino que de otro modo jamás hubiéramos conocido», apuntó Aznar.
Es que fue Valladares quien le mostró aquella antigua huella de canto y caja a artistas como Fito Páez, León Gieco o Gustavo Santaolalla.
Criada entre las sonoridades de tradición europea, Valladares abrazó el legado oral y anónimo de la música andina y, a partir de ese compromiso, dejó un enorme trabajo como recopiladora en el que abrevan los artistas de este tiempo.
Hermana de Rolando «Chivo» Valladares -otra figura indispensable del folclore-, Leda nació el 21 de diciembre de 1919 y aprendió de su padre a entrenar el oído musical. Mientras estudiaba filosofía y Ciencias de la Educación, la música clásica dominaba el contexto sonoro de su formación.
Su etapa más difundida como intérprete y compositora fue la forjada junto a M;aría Elena Walsh, con quien se instaló en Francia en 1952.
En conjunto trabajaron un patrimonio conformado por carnavalitos, bagualas y vidalas; además de desarrollar composiciones propias, un oficio que ambas cultivaron con originalidad.
De vuelta en la Argentina, en 1956, Valladares y Walsh realizaron una extensa gira por el norte argentino, en donde reunieron varias canciones que fueron grabadas luego en sus dos primeros discos: «Entre valles y quebradas» I y II, ambos de 1957, celebrados en el ambiente folclórico de la época.
Un aporte medular fue condensado en «Mapa musical argentino», una recopilación de obras populares editadas entre 1960 y 1974 por el sello Melopea dirigido por Litto Nebbia, en una serie de 11 álbumes testimoniales y documentales de música del norte argentino.
Afectada por el Mal de Alzheimer, Valladares se retiró de la vida pública en 1999; antes había entregado otras obras tan consagradas como imposibles de conseguir hoy: «Grito en el cielo» (1989), «Grito en el cielo II» (1990) y «América en Cueros» (1992).
Fuente Agencia Télam