El INTA presentó nuevos cultivares con alta calidad y rendimiento, tolerancia al frío y a sequías severas y compatibles con la producción forestal. Una producción que genera unos 100 millones de dólares anuales.
Las variedades de té van más allá del tilo, el boldo y la manzanilla. Existen sabores para todo tipo de paladar y el mejoramiento de esta infusión es constante. De hecho, recientemente, técnicos del INTA Cerro Azul –Misiones– dieron a conocer cuatro nuevas variedades de té destacadas por su calidad y rendimiento: superaron los 30.000 kilos por hectárea de brote verde, cinco veces más que el promedio del rinde nacional. Estos materiales fueron inscriptos en el Registro Nacional de Cultivares del INASE (Instituto Nacional de Semillas), denominados como TG 8107 INTA, TG 3215 INTA, TG 21103 INTA y TG 21202 INTA. Sus características se resumen en: alta calidad y rendimiento, tolerancia al frío y sequías severas, alto nivel de antioxidantes naturales como las catequinas y adaptables a la combinación con árboles forestales. El técnico del INTA Cerro Azul, Sergio Prat Kricun, explicó que “en relación con los que se encuentran ya en uso, estos materiales presentan características morfológicas bastante similares, porque se tratan de la misma variedad: híbrida china, de hojas intermedias, que son las que se adaptan a la región”. A partir de octubre-noviembre de 2014, se podrá obtener material de propagación de los cultivares de manera gratuita, contactándose directamente con la estación experimental del INTA en Cerro Azul. Una infusión con sello misionero A pesar de que en otros países productores, el té puede cosecharse todo el año, en la Argentina sólo se cosecha durante siete meses, con rendimientos por hectárea que alcanzan los 2.300 kg de té seco anuales. Además, en los últimos 25 años, se triplicó la producción de té. Esto, explicó el técnico de Cerro Azul, se debe al impacto de los materiales, técnicas culturales y a las condiciones ambientales. “En este período se pasó de las 25.000 a las 80.000 toneladas, siendo una producción que genera unos 100 millones de dólares anuales”, agregó Prat Kricun. Hay entre tres y cuatro plagas que afectan a estos materiales: el ácaro rojo (Oligonychus yothersi) que puede ser perfectamente controlado mediante técnicas culturales que no requieren productos químicos: “Realizando la poda anual en el momento adecuado, se baja sustancialmente la población de ácaro rojo y, además, se eliminan todas las ramas afectadas por taladrillo. Así, la planta se recupera”, enfatizó el técnico del INTA. En cuanto al taladrillo (Xyleborus villosulus), Prat Kricun señaló que, si bien el insecto suele encontrarse en los cultivos, gracias a la difusión de cultivares tolerantes y podas adecuadas, no se generan problemas de daño económico. A diferencia de estas plagas, otras, como las orugas son eventuales y de menor importancia.
El secreto está en el paladar
El material se produce por propagación vegetativa. La plantación, que se realiza en el período otoño-invernal, se hace entre 6.000 a 8.000 plantas por hectárea y puede ser en líneas simples o dobles. La primera poda se hace al segundo o tercer año de la planta y, a partir del tercero o cuarto, se inicia la producción. Finalmente, la plena producción se logra al séptimo u octavo año y puede extenderse al menos 30 o 40 años. Lo que define la calidad del té, del café o de la yerba es la evaluación organoléptica, es decir, gente capacitada, que conoce el mercado y la demanda y que cuenta con un paladar muy entrenado para definir cuáles son los mejores materiales. “El INTA cuenta con catadores de excelente nivel, como el ingeniero Humberto Fontana, quien es de las personas más capacitadas en la Argentina para este tipo de trabajo”, afirmó Prat Kricun. El catado de té es una técnica habitual, rápida, económica y precisa para valorar la calidad de un nuevo cultivar de acuerdo con las exigencias de los mercados. La técnica distingue las cualidades de la masa infusada, que queda después de la separación del licor, que constituye la fracción bebible. En la masa, se evalúa su color y aroma, mientras que en el licor se analiza viveza, color y brillo. La calificación final de una muestra de un nuevo cultivar surge de la suma de dichas características.
Fuente INTA Informa