Con un margen bruto acumulado de más de 70.000 millones de dólares, la tasa de adopción de cultivares modificados genéticamente en el sector agropecuario argentino es una de las más altas.
Con casi 24 millones de hectáreas sembradas durante 2012 con cultivos modificados genéticamente, la Argentina es uno de los países con mayor tasa de adopción de cultivares mejorados. Ese proceso comenzó hace más de 15 años y su beneficio bruto acumulado hoy supera los 70.000 millones de dólares.
Desde el Instituto de Genética del Centro de Investigación en Ciencias Veterinarias y Agronómicas del INTA, Cecilia Décima aseguró: “Nuestro país es uno de los principales productores de cultivos transgénicos, con 23,9 millones de hectáreas en 2012, lo que representa el 14% del área global cultivada con transgénicos y un aumento del 6% con respecto al año anterior”.
En cuanto a las razones para aplicarlo en el sector agropecuario, Daniel Miralles, de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA), consideró que “uno de los puntos más importantes es que permite aumentar la productividad”. La adopción de cultivares mejorados ya le reportó a la Argentina un beneficio bruto acumulado de 72.645,52 millones de dólares. De ese total, 65.435,81 millones correspondieron a la soja tolerante a herbicida, 5.375 a maíces y 1.834 millones a algodones, en ambos casos, resistentes a insectos y tolerantes a herbicidas, según estimaciones realizadas en base a SIGMA –modelo matemático desarrollado por el INTA– a partir del Estudio del Perfil Tecnológico del Sector Agropecuario Argentino y de información del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, del Consejo Argentino para la Información y el Desarrollo de la Biotecnología (ArgenBio), del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) y de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).
En la Argentina, el proceso de incorporación de estas tecnologías se inició en el año 1996, cuando se introdujo la primera soja tolerante al herbicida glifosato y avanzó ininterrumpidamente, con una dinámica de adopción casi sin precedentes a escala mundial.
En la actual campaña, esa tendencia continúa: para los cultivares transgénicos de maíz registra una adopción del 95% del total, para el algodón del 100% y para la soja tolerante a glifosato alcanza casi ese mismo porcentaje, como en las campañas anteriores.
La modificación genética, además de aumentar la productividad de los cultivos con una agricultura sustentable, procura mejorar los alimentos derivados de cultivos vegetales, ya sea mediante la eliminación de sustancias tóxicas o alergénicas, por medio de la variación de sus componentes para hacerlos más saludables o incrementando su contenido nutricional.
“Si uno mira el escenario mundial de los cultivos, el aumento de la producción a gran escala de los alimentos por superficie es escaso”, advirtió Miralles, quien explicó que no hay extensión para incrementarla. En consecuencia, “la estrategia para aumentar la productividad de cualquier cultivo es el rendimiento por unidad de área”, sostuvo. Finalmente, aseguró que “ese es el camino para poder dar respuesta a la demanda de alimentos, que va a ser cada vez mayor”.
Fuente INTA Informa