Productores adoptan cada vez más herramientas y maquinarias de precisión en busca de eficiencia, productos diferenciados desde el origen, certificación, trazabilidad y control de calidad.
La Argentina, al igual que el resto del mundo, enfrenta nuevos paradigmas productivos. El encarecimiento y la escasez de la energía, el agua y la tierra plantean un escenario donde la eficiencia cobra un rol protagónico. La red liderada por el INTA procura transformar a la agricultura de precisión (AP) en una herramienta práctica que beneficie a la productividad y a la competitividad de las cadenas agroalimentarias, con sustentabilidad social y ambiental.
“La adopción de la tecnología de AP comenzó a mediados de la década del 90 y, desde entonces, permanece en constante crecimiento”, explicó Juan Pablo Vélez, del INTA Manfredi, Córdoba. “Los actores del mercado de herramientas y maquinaria específica de AP no están ajenos a esta realidad, marcada por una creciente adopción y la constante demanda del productor argentino, que se preocupa por mantener la competitividad y lograr la mayor eficiencia productiva”, agregó.
Si se considera el área total, el equipamiento vendido y el potencial uso de esa tecnología, la Argentina se encuentra en el podio de los países más tecnificados. De acuerdo con un cálculo realizado por el INTA Manfredi, a partir de información relevada por la Cámara Argentina de Fabricantes de Maquinaria Agrícola (Cafma), de sus 33 millones de hectáreas sembradas, el 21,6% –equivalente a 7.150.000– está equipado con herramientas de aplicación variable de insumos.
“Estamos en niveles muy altos de adopción de tecnología de precisión, detrás de los Estados Unidos”, señaló Andrés Méndez, del INTA Manfredi. El liderazgo estadounidense se explica, expresó el técnico, por su gran extensión y alto porcentaje de equipamiento: “Seguramente todos los productores en ese país tienen alguna herramienta de AP”. Al mismo tiempo, “otros países tecnificados como Alemania, Japón y Bélgica, entre otros, tienen el 100% de uso de las herramientas pero la cantidad de hectáreas es muy inferior a la de nuestro país, por eso los superamos”, dijo Méndez.
El interés creciente en la adopción de alta tecnología para la agricultura extensiva tradicional se amplía a otras actividades: la agricultura minifundista, la fruticultura y la ganadería, sectores donde tiene gran potencial.
La generación y el uso de prácticas de AP y la disponibilidad de información georeferenciada, impulsan y facilitan, además, un aspecto que cobra importancia en el comercio internacional: la trazabilidad de los procesos y productos agropecuarios.
De acuerdo con Mario Bragachini, de esa misma unidad del INTA, “la AP es una herramienta válida y que cobra mucha vigencia en un proyecto integrado de valor agregado en origen”. En este sentido, advirtió que “no es lo mismo producir commodities que tener un producto diferenciado desde el origen, con certificación, en un proceso trazado y con control de calidad y gestión”.
Decisiones con impacto
Para Ricardo Melchiori, del INTA Paraná –Entre Ríos–, el primer paso de la AP es “conocer cuál es el grado de variabilidad en el rendimiento de los cultivos para poder tomar decisiones de manejo”. Decisiones que impacten, explicó, en términos de beneficio económico. Por ejemplo, al ahorrar insumos en las zonas del campo donde la productividad está limitada por algún factor permanente –áreas de suelos salinos o degradados por erosión– y potenciar aquellas donde la productividad es mayor, con incremento del uso de fertilizantes o mayor densidad de semillas.
Por otra parte, señaló las ventajas en cuanto a sustentabilidad y seguridad que ofrece la guía satelital. También conocida como banderillero, fue una de las herramientas más rápidamente adoptadas y difundidas debido a su fácil utilización y amortización.
Además, Melchiori agregó que, en equipos pulverizadores, contribuye a cuidar el ambiente y, en especial, a las personas que de otro modo se exponen a la aplicación de productos químicos.
Mejores resultados, lote por lote
En Jovita, al sur de Córdoba, Edgardo Martín trabaja 800 hectáreas con maíz, soja y, en los últimos dos años, incorporó sorgo. Utiliza un pulverizador autopropulsado con piloto automático, corte por secciones y dosificación variable para fertilización y un tractor con piloto automático, monitor de siembra y densidad variable.
Sus primeros mapas de rendimiento son de 2001. Con ensayos a cargo de especialistas del INTA, generaron información que ahora le permiten hacer una agricultura precisa, sobre fuentes sólidas. “Fuimos construyendo conocimiento y agronomía”, comentó Martín. Luego, entre 2008 y 2010, adquirió las máquinas.
¿Por qué este productor de mediana escala decidió adoptar la AP? Fácil: por los mejores resultados. “Con los mapas de rendimiento vimos que había mucha variación y muy marcada: la soja pasaba de una loma de 500 kilos a un bajo de más de 4.000 kilos por hectárea y, en el caso del maíz, de 1.500 a 10.000”, explicó. Los ensayos de manejo mostraron que, si se disminuía la cantidad de semilla –y la inversión– donde el maíz rendía poco, el resultado era igual e incluso mejoraba. Al mismo tiempo, ese ahorro podía invertirse en otras partes del lote y generar mayor rendimiento en ambos lados.
“Soy ingeniero agrónomo y si hay algo que aprendí es a buscar buenas fuentes, preguntarle a los que saben”, dijo Martín para explicar por qué se asesoró con el INTA.
Fuente INTA Informa