Timba para todos y todas en Esperanza: «en cualquier momento nos tiran un muerto». Lo legal. No es novedad. Esperanza y el departamento Las Colonias, son, luego de la ciudad de Santa Fe, quienes mayor nivel de personas poseen en cuanto a su asistencia a los centros de juegos legales en la Ciudad Capital de la Provincia. En esto todo es transparente y no hay problemas.
Los gallos, caballos y los galgos
Esperanza ama las carreras de caballos, nacidas desde la historia de las cuadreras y la gente de campo, como incluso el juego de la taba.
Pero también tiene «tradición» en las riñas de gallos, que están prohibidas, pero que siguen en diferentes partes de forma clandestina.
Se suman y está de moda la carrera de galgos, con fuerte presencia en la provincia de Santa Fe.
En realidad, salvo la de los gallos, que es muy sangrienta, las otras son divertimentos populares de aficionados que «no le hacen mal a casi nadie».
El sueño de ser millonario y las agencias son una costumbre popular en la ciudad.
A nadie se le puede quitar el sueño de ser millonario y las agencias oficiales trabajan intensamente en los juegos legales que sirven para «despuntar el vicio» modernizado, lejos de la vieja «quiniela» de los abuelos y abuelas.
También los bingos que a más de uno lo sacó de la bicicleta y le dio realidad al sueño del automóvil, la lancha, o la 4×4, mientras que con los cartoncitos familiares, el bingo sirve a instituciones y escuelas para juntar a la gente y unos pesos para hacer el bien.
Lo oscuro
Sin embargo, el juego clandestino en la ciudad crece de una manera sostenida de acuerdo a lo que se manifiesta abiertamente en el diálogo cotidiano en cualquier sector de la ciudad.
No es tampoco una novedad porque la gran mayoría de la comunidad esperancina lo sabe y lo dice sin tapujo alguno.
La noticia es que parece orillar los límites de una situación a punto de estallar en un fuera de control por la multiplicación de los lugares donde hay juego clandestino o habría este tipo de actividades supuestamente ilegales. No hay bar, despensa, institución, plaza o lugar de la ciudad donde no sea motivo de comentario.
Esperanza tiene cultores de diferentes juegos. El primero de ellos son los de naipes o cartas. Cualquiera o muchos saben jugar al truco, póker, canasta, chin chón o 7 y medio. Es posible que en una reunión de amigos o en algún bar se junten las chicas o la muchachada a jugar «por el porrón» o simplemente para «matar el tiempo».
Pero algunos tienen otras costumbres: «jugar por mucha plata» y varias fuentes confirman que «los viernes a la noche» y en otros días de la semana «viene gente pesada, con armas de fuego, a jugar plata fuerte» y agregan: «no dudés que un día de éstos nos van a tirar un muerto». Pero no son sólo las cartas en juegos para mayores.
Los comentarios de la gente es que existen «mini casinos clandestinos, con máquinas tragamonedas» y algunos de ellos «se ocultan bajo el nombre de otros negocios legales» y nombran los lugares «donde van personas de todo tipo e incluso menores de edad, chicos y chicas» cuentan.
Una maestra de escuela asegura que «en el barrio está el casino clandestino y los chicos del séptimo grado lo nombran siempre y cuentan como funciona. Incluso podés jugar desde tu casa, haciendo un depósito en tu cuenta con el dueño del lugar, jugás desde la «compu» desde tu casa» dice muy segura.
«¿Los mini casinos y tragamonedas?, están en todos los barrios» asegura con suficiencia una joven madre y vecina que también confiesa que despunta el vicio.
Lo clandestino y lo otro
El juego tiene por delito la evasión fiscal, más allá que, practicado por menores sobre todo, puede transformarse en una adicción de terribles consecuencias personales, familiares y sociales.
Sin embargo hay que decir, con firme convicción, que lo clandestino atrae al otro delito, al que es grave.
Y el juego tiene como compañeros de camino, siempre, a las drogas y a la trata de personas. En estos hechos intervienen o están involucradas chicas y chicos menores de edad. Y el riesgo del uso de armas de fuego.
Los comentarios sobre estos temas son tan importantes en número, nombres y personajes, como en situaciones que se describen.
Y no es trabajo de los periodistas esperancinos combatirlos ni investigarlos.
Fuente El Colono del Oeste