Artista clave de la historia del rock argentino, aunque con un perfil que lo ubicó siempre más cerca de la construcción colectiva que del proyecto personal, que sin embargo trabajó durante años, Pedro Aznar concretó el primer estadio Luna Park de su etapa solista con un intenso y extenso derrotero que ofreció las diferentes vertientes que atravesó su carrera.
El ex Serú Girán presentó anoche en el emblemático estadio porteño «A la carta», un espectáculo con canciones seleccionadas por su público y que le permitieron refrendar, con una multitudinaria presencia, su recorrido como músico que tuvo, por momentos, puntos distantes del gusto masivo.
Fue el primer Luna Park de Aznar en calidad de solista si se omite una ocasión durante 1999 -en la gira de estreno de «Caja de música» (poemas de Jorge Luis Borges musicalizados por Aznar)- con la singularidad de ser aquel un concierto auspiciado y de acceso gratuito.
Las más de tres décadas de trayectoria del multiinstrumentista permitieron ofrecer anoche un repertorio que, además de sus destacadas facetas de intérprete y ejecutante, lo ubican también con logros claros como compositor, tal vez en menor medida que sus otras dimensiones, pero a la altura de su propia historia.
Como es natural en un repertorio elegido por el pulso del público (que votó la lista de temas a través de un sitio web), la noche incluyó algunas canciones emblemáticas de Aznar como «Quebrado» -en la apertura del concierto-, «Par» o «Mientes», con su extraordinario solo de bajo.
Todas las etapas de Aznar fueron evocadas en forma sucesiva: los comienzos con Serú Girán, el retorno de esa formación en el ’92 (con un disco en el que el Aznar compositor tuvo un rol equivalente al de Charly García y David Lebón), aquella recordada experiencia de Tango 4 con García y, claro, sus exploraciones solistas, desde el folclore, al pop y el rock.
De la vertiente folclórica Azar entregó «Como la cigarra» (María Elena Walsh) pero, sobre todo, su imbatible versión de «La pomeña» (Gustavo Leguizamón y Manuel Castilla), con la potencia de la sonoridad eléctrica.
Con «La Pomeña» Aznar ofreció una lapidaria lección de conocimiento y respeto por la tradición de cada estética, sin intromisiones extrañas y, al mismo tiempo, con sonido propio. La intervención inteligente y sutil de la batería de Julián Semprini operó en ese sentido.
«Viernes 3 AM», impactante gema de García, fue la única evocación directa a los años de Serú y también la única obra nacional ajena a su usina compositiva.
A «Jealous Guy» acudió para una cita previsible al repertorio beatle y, ya en la sección de bises, entregó un inesperado «Wild horses», de los Rolling Stones.
Hubo espacio para los clásicos y rarezas del gusto del artista en una noche que seguramente alcanzó para complacer al público que colmó el estadio.
Aznar estuvo acompañado por una banda conformada por Alejandro Oliva (percusión), Julián Semprini (batería), Coqui Rodríguez (guitarras) y Tomás Fares (teclados).
Fuente Agencia Télam