Asaltaron a mano armada en el Sur y la gente está enojada con los asentamientos «de gente extraña». Días pasados, a las 10 de la mañana, un pibe de 18 años quedó paralizado. La pistola «Bersa» plateada se le pegó fría y mortal a su frente.
Un malviviente de unos 22 años, de pelo negro y rostro moreno, con un buzo gris con capucha y anteojos negros, le dijo criminal «dame toda la plata o sos boleta».
El chico abrió la caja y le entregó los 800 pesos. Tan poco botín para tanta brutalidad, en la esquina de Janssen y Dr. Gálvez, a metros de las vías del ferrocarril en un comercio de productos de limpieza.
Olga, la abuela a cargo del negocio, había salido «un ratito» para hacer unos mandados urgentes.
El desclasado salió rápido con su dinero malhabido y afuera lo esperaba con la moto en marcha un sujeto joven y rubio en una Guerrero Trip negra, a la que le falta la parte delantera plástica y «rajaron» de la zona.
El modo de operar, con arma, es muy parecido al acaecido en una granja del Barrio Sur. Ambos lugares se ubican cercanos a asentamientos ilegales de los últimos tiempos. Eso provoca inmediatamente una callada bronca de los vecinos del barrio que se dice por lo bajo para no humillar a la gente humilde pero que está presente en sus ideas cotidianamente.
El pibe de 18 años debió ser asistido por el Servicios de Emergencias 107 por el shock que le produjo tal situación traumática, de la cual «le pone pilas» y se recupera trabajando con su abuela.
En el frente del local dice que los comerciantes se van del barrio el 2 de febrero hacia una zona «más tranquila» como lo es Berutti al oeste.
Un pibe de 10
Un chico de 10 años hacía de campana, indica la gente. Era plena tarde a la vista de todos. Otros tres se dedicaban a robar todo lo que podían de una casa del FONAVI de calle Janssen.
El pibe roba desde que era más chico y los otros también. Son del barrio y del asentamiento.
Se llevaron cosas valiosas para la familia, pero no pudieron ser encontradas. Los vecinos saben quienes son, pero «entran y salen» sin que haya solución.
La gente los conoce y tiene mucha rabia por esta realidad que los pone en situación absolutamente indefensa.
Y aunque el esperancino es por naturaleza muy sensato, algún «día a alguien se le va a salir la cadena y la van a pasar mal» afirma metafóricamente la gente del sector por lo bajo inmediatamente tras consultarse sobre qué sienten y qué piensan.
«Estamos hartos que nos roben y no es con la policía la bronca, sino con las autoridades responsables que no hacen nada. Estamos cansados de ver gente extraña en la ciudad que nos vienen a robar y no a trabajar. Con los que se drogan, emborrachan y salen a robar en el barrio tenemos suficiente y ya estamos al límite», comentan los vecinos que se suman a la charla informal en la vereda del barrio.
Fuente El Colono del Oeste