Investigadores del INTA realizan estudios para que las micorrizas ayuden a que las plantas resistan al estrés por sequía y se adapten a distintos tipos de suelos. Mayor eficiencia y mejoras en los rindes del cultivo.
Una característica interesante en los diferentes genotipos de soja, es su capacidad de adaptación a diversos tipos de ambientes. Este rasgo, evaluado por el equipo de investigadores Fisiología del Estrés hídrico y térmico del Instituto de Fisiología y Recursos Genéticos Vegetales (IFRGV) del Centro de Investigaciones Agropecuarias (CIAP) del INTA, podría ser consecuencia de la asociación entre las raíces de la planta y diferentes hongos del suelo.
Soraya Salloum, una de las investigadoras que participó del estudio, explicó que las micorrizas forman una especie de manto en torno a la raíz y aumentan su capacidad de absorción de agua y nutrientes. “Son los abonos naturales que las plantas utilizan desde siempre”, indicó.
Según su forma y estructura, las micorrizas se dividen en distintos grupos. Algunas se presentan como un manto externo, que se advierte a simple vista, mientras otras penetran en el interior de la raíz y forman ramificaciones, que se conocen con el nombre de arbúsculos. Estas últimas, conocidas como hongos micorrícicos arbusculares (HMA), tienen una participación destacada en la capacidad de adaptación que desarrollan las plantas.
Entre otras cualidades, estas asociaciones entre hongos y raíces le permiten a la planta resistir frente al estrés por sequía y adaptarse a suelos salinos, alcalinos, ácidos e incluso a aquellos con metales pesados. “Pudimos observar que los HMA mejoran el estado nutricional, por el incremento en la fijación de nitrógeno (N) y fósforo (P), promueven el crecimiento generando una protección natural y mayor tolerancia al estrés en el cultivo”, expresó Salloum.
El trabajo realizado por el grupo Estrés hídrico y térmico en el marco de los Proyectos Nacionales PNAGUA 1133032 y PNCyO 1127033 y coordinado por Celina Luna, del IFRGV – CIAP, comparó la respuesta a las micorrizas de cultivares de soja comerciales y no domesticados.
Entre los principales resultados, Salloum explicó que “registramos diferencias de hasta un 30 % más –según el parámetro– en altura, área foliar, peso seco y número de nódulos de los genotipos de soja no domesticados, en comparación con los comerciales”.
Estos resultados abren interesantes posibilidades de estudio para conocer los mecanismos por los cuales se puede incrementar la micorrización de genotipos de soja de interés comercial. Para Salloum, “el efecto que las micorrizas tienen en las plantas, podría traducirse en el aumento de los rindes debido a que los HMA mejoran los índices de fertilidad del suelo y a que, en etapa vegetativa, estimulan el crecimiento de las plantas”.
Cómo cuidar este abono natural
A pesar de su larga historia en el planeta, existen factores que amenazan a estos microorganismos. “El uso excesivo de fertilizantes y fitosanitarios, la sobreexplotación de los suelos agrícolas, el monocultivo y la desertificación, los hacen desaparecer”, advirtió Salloum. –
Desde una mirada ecológica, el cuidado y preservación de estos microorganismos permite reducir el uso de energía, evitar la degradación del agroecosistema y proteger los nutrientes del suelo. “Por esto es importante recuperar los HMA, reactivarlos y reintroducirlos para devolver a la planta y al suelo el equilibrio natural que fueron perdiendo”, expresó Salloum quien agregó: “Sin dudas, los HMA constituyen una alternativa promisoria para la agricultura, frente a los fertilizantes minerales”.
Fuente INTA Informa