Anahí del Valle decidió irse. Para siempre. A los 16 años. Pidió ayuda y su Facebook es extremadamente elocuente.
«Si pudiera definir mi vida en una palabra sería fracaso, porque no importa lo que pase, lo que haga, lo que diga, lo que logre, ¡siempre termino sentada en el suelo, contra la pared con la cabeza entre mis brazos y llorando!
Hasta tu propia familia te deja caer… que cansada qué estoy.
Me acuesto y lloro por la vida que tengo.
¡Me fui a dormir porque si sigo escuchándolos me voy a terminar suicidando!»
Cuenta allí intimidades que para una vida adolescente son extremas y que no reproduciremos por ética periodística.
Lo que llama la atención es que era amiga de Brenda, la otra chica de 14 años que tomó idéntica decisión -el 16 de abril de este año-, bajo la misma mecánica de muerte, hace unos meses atrás.
Y es obvio que la ciudad, desde el anochecer de ayer, está sacudida por este nuevo martillazo moral.
Son dos chicas, una de 14, Brenda, y otra de 16, Anahí, cuya foto juntas aparecen en el Facebook de esta última, con ropa blanca, casi angelicales.
Los restos de la jovencita fueron velados en la casa de velatorios de calle San Martín.
Una multitud de chicos estuvo ayer a las 16,30 cuando sus restos eran trasladados al cementerio municipal.
La jovencita que vivía en el Barrio Sur, al igual que su amiga Brenda, sin embargo, es familiar directo de un apellido tradicional del Barrio La Orilla, que hace a su historia.
Sin sobreabundar en detalles escabrosos, el respeto a la memoria de la jovencita fallecida, sin embargo, su deceso traspasa claramente el hecho personal y familiar para insertarse de lleno en el plano comunitario y social.
Porque son dos chicas que mueren de la misma manera y un largo rosario de amigos la lloran pero, en vida, nadie pudo prestarle ayuda, aunque su pedido de socorro fue evidente.
El hecho despierta mayor consternación porque en el teatro de las vidas todos la señalan como una jovencita alegre, pero nadie está tan tomado por la tristeza como quien se quita la vida.
Sin dudas que la jovencita era parte de un hogar en ruinas, pese a los esfuerzos laborales de su madre, sin padre a la vista y con una serie de conflictos familiares que se adivinan profundos.
En realidad, y lo narrado sirve como base de sustentación de la idea, de que no era una vida muy diferente a la de cientos y cientos de chicos de la ciudad.
Más allá de la mascarada que la vida actual propone en el teatro de la vida real, de las profundidades de los males en que se insertan las vidas niñas y adolescentes, el dolor y la angustia profunda de la adolescencia esperancina, ¿en qué manos están? Una cosa es segura: en muchos hogares no en la de los padres.
La mayoría de ellos están con la vida real en la calle, en la junta circunstancial, en los amigos de la joda y la mascarada. Mostrar la apariencia y esconder la oscuridad del alma, de la realidad que pasa por la idea y los deseos arraigados en la solitariedad del abandono.
Anahí estaba sola, se sentía nada y terminó acabando con su vida porque nadie le dijo que era valiosa y única, en vida y lo sostuvo, como adulto. Y lo dejó escrito en el Facebook y en las paredes de su dormitorio donde la encontró su madre sin vida.
Lloró, gritó, rezó, pidió ayuda, se tomó de cualquier cosa para seguir viva y no pudo más, porque ninguno de los adultos necesarios la tomó en serio.
La luz amarrilla de su ausencia golpea en pleno rostro a la ciudad, como una cachetada que se le da a los dormidos.
La figura recuerda el pasaje bíblico del Monte donde Jesús llora lágrimas de sangre ante su inminente crucifixión y todos los que dicen amarlo, duermen. Ni un par de horas pudieron estar despiertos. Ni eso valía el ser al que le decían que lo amaban hasta ser capaces de morir por él.
Si la partida por mano propia de Brenda era mucho, la de su amiga Anahí, ¿qué significa?
Y mientras tanto, en la calle, en las redes sociales se cuentan otras historias de vidas y padecimientos adolescentes.
Son historias puntuales, en un segmento social y familiar crítico.
Los organismos del Estado Provincial y Municipal están trabajando a pleno. En realidad nunca dejaron de trabajar.
¿Cuáles son los ingredientes que tiene Esperanza que la hacen diferente al resto de las ciudades de la provincia y del país donde ésto no pasa?
La pregunta que todos se hacen es: ¿cómo se sale de ésto?
La casi totalidad de la población no tiene idea de una respuesta, incluidos los periodistas.
Fuente Daniel Frank – El Colono del Oeste