El INTA Cañada de Gómez –Santa Fe– trabaja en esta alternativa tecnológica para equilibrar el balance de carbono e incrementar la fertilidad. Un aporte a la sustentabilidad de los sistemas productivos.
En los últimos años, más del 70 % de los suelos de la región pampeana son destinados a la siembra continua de soja, un cultivo que produce menor cantidad de rastrojos y de rápida descomposición. Por esto, el INTA Cañada de Gómez –Santa Fe– propone el uso de los cultivos de cobertura de invierno como estrategia para frenar el deterioro del suelo y aportar a la sustentabilidad de los ambientes.
Cuando un suelo recibe escasos aportes de rastrojos, sufre procesos de erosión hídrica y no se fertiliza se afectan severamente sus propiedades químicas, físicas y biológicas, que en muchas situaciones son lentas y costosas de restablecer. En este contexto, la ONU declaró el 2015 como el Año Internacional de los Suelos (AIS).
Julia Capurro, extensionista de esa unidad del INTA, aseguró que “los sistemas productivos de la región necesitan ser manejados con mayor diversidad de especies y con un mejor aprovechamiento de los recursos disponibles –como agua, luz y nutrientes–”.
La práctica de cultivos de cobertura representa una estrategia para proteger los suelos y minimizar el efecto erosivo de las lluvias de primavera y verano. Consiste en la siembra de plantas, generalmente de especies forrajeras gramíneas, leguminosas o crucíferas, que no se destinan al pastoreo animal ni a la cosecha de granos. Se siembran en otoño y ocupan el suelo entre dos cultivos de verano.
“La asociación de distintas especies de cultivos de cobertura permite sumar sus cualidades al material vegetal producido”, señaló Capurro para quien “las gramíneas como avena y centeno producen elevadas cantidades de materia seca con alto porcentaje de carbono y, las leguminosas como vicia, poseen una alta capacidad para acumular nitrógeno por fijación simbiótica a través de sus raíces”.
De acuerdo con Capurro, su incorporación permite una mayor infiltración del agua y una reducción significativa de las pérdidas de suelo, se aprovechan mejor los nutrientes, que son liberados para el cultivo de grano y se controlan las malezas de difícil eliminación con herbicidas.
Para la especialista del INTA, es importante tener en cuenta que esta estrategia de conservación complementa y no sustituye a las rotaciones con trigo y maíz, a las fertilizaciones balanceadas y al manejo de excesos hídricos –para minimizar los riesgos de erosión–.
“El objetivo de esta tecnología es que la soja siga formando parte de los sistemas productivos en rotación con otros cultivos, para lograr producciones sustentables a través del tiempo”, expresó Capurro.
Fuente INTA Informa