Así lo entiende la FAO, quien llamó a la cooperación entre los países de Centroamérica y el Caribe para resolver los efectos del fenómeno. Adelanto del próximo número de la Revista RIA.
En el marco de la reciente “Reunión sobre los efectos de El Niño y las acciones tomadas por las naciones para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional” realizada en Panamá, la FAO llamó al diseño de políticas de desarrollo social, a la cooperación y al fortalecimiento de la gestión de riesgos para enfrentar a “El Niño”. Adelanto del próximo número de la Revista RIA.
De acuerdo con los especialistas, conocer los índices de amenazas y de vulnerabilidad de las regiones minimiza el impacto de los fenómenos meteorológicos, cada vez más frecuentes, que perjudican en mayor medida a los sectores más endebles.
Para Ricardo Mena –jefe de la Oficina Regional Las Américas de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNISDR)– “resulta imprescindible dar un paso más allá del abordaje coyuntural que demanda un desastre una vez ocurrido, para enfocarse en la gestión del riesgo. Esto implica replantearnos el desarrollo y promover la resiliencia para minimizar las consecuencias de las amenazas naturales”.
El dato global es contundente: se pierden U$S 314 mil millones al año como resultado de los desastres por amenazas naturales ocasionados, tanto por eventos intensivos –de baja recurrencia y de grandes impactos individuales– como extensivos –manifestaciones constantes de riesgo–. De estos últimos, el 90 % son desencadenados por pequeños y medianos eventos vinculados con fenómenos hidrometeorológicos.
En este sentido, Mena aseguró que el mundo se enfrenta a una tendencia creciente de las pérdidas económicas asociadas a los desastres, tanto en el sector público como en el privado. “Nos urge anticiparnos a los hechos y, para esto, es fundamental conocer los índices de amenazas y de vulnerabilidad de las regiones”, aseguró.
De acuerdo con las estimaciones científicas, este cambio climático es 10 veces más rápido que cualquier otro experimentado en 65 millones de años.
De allí la importancia de contar con una gestión del riesgo de desastres que considere los índices de amenazas y de vulnerabilidad incorporada en los procesos de desarrollo y en las políticas de inversión social que combaten la pobreza y mejoran la calidad de vida de todos los habitantes. “Así, romperemos ese desequilibrio que ubica a las personas que menos tienen como las más afectadas por situaciones de desastre”, indicó el jefe de la Oficina Regional de la UNISDR.
En esta línea, Gabriel Delgado –secretario Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación– aseguró que “la producción agropecuaria está subordinada al clima” y destacó que resulta “esencial” repensar y diseñar, de manera inteligente e inclusiva, planes de adaptación al cambio climático para, así, reducir su vulnerabilidad.
Para que no nos tape el agua
A fin de colaborar en situaciones de exceso hídrico, el INTA desarrolló una serie de tecnologías aptas para el contexto climático señalado por la UNISDR que van desde la siembra directa, las buenas prácticas agrícolas hasta las tecnologías de riego, entre otras.
El desarrollo más reciente es una nueva aplicación digital desarrollada por el INTA que indica la dinámica hídrica en el Delta a partir de eventos del pasado y que permite anticiparse y evaluar impacto que tendrían escenarios futuros de caudales.
En este sentido, Eduardo Flamenco –coordinador de la investigación y técnico del Instituto de Clima y Agua del INTA Castelar– explicó que “este sistema le permite al productor conocer hasta dónde va a llegar el agua en una determinada temporada para, así, planificar actividades tales como el movimiento del ganado, la fecha siembra y la protección de cultivos y áreas forestadas”.
El logro es producto de la articulación entre los investigadores del INTA Castelar con el Instituto Nacional del Agua, en base a información histórica de los caudales en el puerto de Corrientes, publicados por la Subsecretaría de Recursos Hídricos de la Nación.
Fuente INTA Informa