La palabra “cooperativa” es el término más utilizado hoy en las radios y canales de televisión de la República Argentina, como así también en los grandes diarios nacionales. Y ello tiene relación con la detención de la puntera política kirchnerista Milagro Salas, la orientadora del violento grupo Tupac Amaru.
¿Por qué tiene relación con esa detención? Porque esta señora regentea unas 600 cooperativas truchas en la provincia de Jujuy, esas que armó el gobierno de la viuda de Kirchner. En realidad, no son otra cosa que grupos de trabajo, a la que la ex presidenta tuvo la absurda idea de denominarlas “cooperativas”.
Además, si alguien pretendía objetar a esas “cooperativas” les mostraban inmediatamente la matrícula, que era otorgada por el INAES de un día para otro. Así se crearon miles de esos grupos laborales con matrícula de cooperativas. No hay antecedentes en la historia del sector de que alguna vez hayan existido cooperativistas que cobraran sueldos del Estado. Ni tampoco cooperativas creadas de arriba hacia abajo, con punteros políticos que decidían quien ingresaba a la cooperativa y quien no.
Desde esta columna, siempre se ha criticado esa desvirtuación que hizo del cooperativismo el gobierno de la viuda de Kirchner. Hasta el propio Patricio Griffin – el anterior presidente del INAES — ya hablaba en los últimos tiempos de su gestión de “cooperativas no auténticas”, como una forma de explicar lo inexplicable. Por eso mismo, le soltó la mano a la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo (CNCT) a principios de 2015, porque allí se nuclean esas “cooperativas no auténticas”.
Y por la misma razón, Griffin dio via libre para que se creara una nueva confederación (Conarcoop) para agrupar allí a las auténticas cooperativas de trabajo. Esta nueva entidad de tercer grado ya se encuentra en funcionamiento y es presidida por el dirigente Cristian Horton, presidente de Fecootra.
Pero lo cierto es que hoy la palabra “cooperativa” está en boca de todo el mundo y nada menos que vinculada a Milagro Salas. Esto no le hace ningún bien a la imagen del cooperativismo. Todo lo contrario. Le produce un deterioro significativo, porque la opinión pública piensa cualquier cosa de las cooperativas y ello puede apreciarse ingresando a las redes sociales.
Era cantado que, especialmente a partir del cambio de gobierno, estos grupos laborales iban a originar problemas – como los que ya se están viendo – con el lógico deterioro de la imagen del cooperativismo. Sería importante que desde las entidades de grado superior del movimiento, se emitiera alguna declaración sobre esta delicada cuestión.
Fuente Prensa Cooperativa