El argentino ingirió el año pasado, en promedio, casi un litro y medio menos que durante la mayor crisis que vivió el país en las últimas décadas. Preocupación en el sector por la caída en la producción
La Argentina vive una época de “vacas flacas”. Una muestra clara de esa situación es la grave crisis que viene atravesando el sector lácteo. Productores al borde de la quiebra, líneas crediticias inexistentes por parte del Gobierno, intermediarios y comercializadores que llevan los precios por las nubes sin darle nada a cambio al productor y tambos con deudas impagables son algunas de las escenas que pueden advertirse en los campos nacionales.
De acuerdo a cifras oficiales, el consumo de leche el año pasado se ubicó por debajo de los índices de 2001, llegando a 23,22 litros por persona, cuando en la peor crisis que vivió el país en las últimas décadas la ingesta era de 24,64 litros por argentino, dejando en evidencia la delicada situación por la que pasa el productor tambero.
Los números adquieren mayor relevancia si se toma en cuenta que el consumo de leche pasteurizada se redujo en seis litros por persona, una baja que supera en promedio el 25%. En cuanto a la producción industrial de leche en polvo, la misma se desplomó en más de 100.000 toneladas, ya que el producto presentó una caída del 40%, la entera, y del 11,9%, la descremada.
Esta situación se agrava si se contempla que la producción primaria de leche en 2016 se contrajo un 14,2%, el número más alto desde 1970. Por su parte, la industrialización de leche llegó a los 8.966 millones de litros, un 16,83% menos que en 2015, mientras que las exportaciones cayeron en 400 millones de dólares, un 50,72% menos.
Daños mayores
Desde el sector rural acusan al Gobierno nacional de no prestar la debida atención a la caída en la producción lechera, alimentando la concentración del sector en pocas manos. En diálogo con diario Hoy, el referente lechero de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Tomás Bohner, señaló que “el consumo tiene que ver con los sueldos y, si los salarios el año pasado perdieron frente a la inflación, es claro que va a disminuir el consumo de leche, central para los sectores más vulnerables”.
Para el dirigente rural, “acá hay dos perjudicados, que son el productor y el consumidor. Se está aumentando el precio constantemente y el productor no recibe más, aunque le aumenten los costos. Así como crecen los costos de producción para un supermercado en cuanto a gas, luz y agua, esos mismos aumentos tiene el productor, que no está recibiendo más que el porcentaje final”.
Una realidad complicada es la que atraviesa la actividad lechera en la Argentina, con tambos que cierran sus puertas y productores que van a la quiebra, lo que no hace más que acrecentar la desconfianza y las inquietudes en un sector que se encuentra contra las cuerdas.
Cifras de la debacle
- 23,2: es el consumo de litros de leche por persona, el nivel más bajo desde 2001.
- 93,1%: crecieron las importaciones de queso durante 2016.
- 50,7%: se redujeron las exportaciones del sector en cuanto a cantidad de dólares.
- 45%: de los tambos cerraron sus puertas en los últimos 10 años.
- 43,8%: se redujo el consumo de leche en polvo en el último año.
- 24,2%: se redujo el consumo de leche en polvo en el último año.
- 16,8%: mermó la industrialización de la leche en 2016.
- 14,2%: cayó la producción primaria del producto el año pasado.
Más números del riesgo tambero
No solamente la leche disminuyó durante el año pasado drásticamente en su producción y consumo, sino también diferentes subproductos lácteos. En la leche en polvo por ejemplo, el consumo cayó un 43,8%; la manteca, un 13,1%; el yogurt, un 9,8%; la leche fluida, un 9,3%; el dulce de leche, un 3,1%; la crema, un 2,2% y los quesos, un 1,8%.
Estos artículos de elaboración láctea también debieron sortear descensos en su producción, como son los casos de la manteca (24,2%), quesos (5,8%), yogurt (5,6%), crema (4,8%) y dulce de leche (4,2%).
Esto llevó a que las exportaciones totales de la industria láctea cayeran en 2016 un 37,5%, con el agravante de que diferentes subproductos tuvieron un crecimiento notable en su nivel de importaciones, como sucede con el queso, cuyas compras al extranjero se incrementaron durante el año pasado en un 93,1%.
A esto se suman las complicaciones que generó el clima a toda la industria láctea, ya que, producto de las inundaciones que afectaron fuertemente a las principales zonas productoras del país como Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires, se perdieron más de 500 tambos. Esto implicó, solo en la provincia de Santa Fe, la pérdida de 1,2 millones de litros diarios, y la de más de $250 millones para los tamberos.
El oscuro negocio de los intermediarios
Este sector de la cadena de comercialización se queda con el 70% de las ganancias de los tamberos, elevando de este modo el precio de la leche en las góndolas. Críticas a la falta de políticas oficiales en la materia.
El producto básico para la subsistencia de todas las familias del país, la leche, se ha convertido en los últimos años en un negocio repartido en muy pocas manos, donde reinan los manejos hechos por los intermediarios del sector, que se llevan grandes ganancias, mientras los productores reciben migajas y los consumidores pagan cifras increíbles por un litro en las góndolas de los supermercados.
Esta cadena de comercialización es entonces una de las más injustas que pueden verse en el mundo, ya que mientras el tambero recibe $4,50 por litro de leche, en las heladeras de los autoservicios no baja de los $20, creciendo solo durante 2016 su valor en un 111%, lo que lo ubica al tope de los elementos de la canasta básica alimentaria que más aumentaron su precio.
Esta falta de transparencia en la cadena láctea llevó a miles de tambos a cerrar sus puertas durante los últimos años y motivó que la actividad sea muy poco rentable para el productor. Al no existir en el país un plan estratégico lechero que trabaje en forma conjunta con los tamberos y la industria, los intermediarios reinan y los consumidores pagan un costo muy alto.
Renta para abajo
Este estado de situación ha convertido a la lechería en una actividad de alto riesgo. Juan Carlos Otero, vicepresidente de la Asociación de Productores Lecheros de Argentina (APLA), le aseguró a Hoy que “el problema del consumo tiene que ver con el costo de distribución de la cadena láctea, ya que radica entre lo que recibe el productor y lo que paga el consumidor, que es cada vez mayor. El porcentaje final sobre precio en góndola no está aumentando la participación del productor, por lo cual, aunque aumente en costo el precio de los lácteos, no por eso el productor recibe más dinero”.
El productor oriundo de la localidad cordobesa de San Francisco indicó: “Pedimos que el Gobierno siente a toda la cadena láctea a una mesa, incluidos productor, industrial, comercializador y supermercado, para que entiendan cuál es la problemática y vean quién es el que se queda con la torta”.
En ese sentido, Otero reclamó: “Que cada uno de los eslabones muestre sus costos de producción y rentabilidad. Nosotros estamos seguros de que el supermercado se está llevando el 60 o 70 por ciento de rentabilidad, cuando el productor tiene 0%. Por ende, tiene que haber alguien encargado de balancear ese desfasaje de rentabilidad entre los eslabones de la cadena”.
La baja en la producción y el consumo de leche no hace más que evidenciar una situación desigual, donde el productor lleva las de perder, saliendo beneficiada únicamente la cadena de la industria y comercialización, perjudicando al tambero y a los consumidores.
“Es un problema estructural”
Los reproches contra la ausencia de políticas activas por parte del Gobierno nacional para detener la crisis de la lechería en la Argentina crecen día tras día.
En diálogo con Hoy, el referente de la Unión General de Tamberos (UGT), Matías Peluffo, indicó: “Lo de la lechería es un problema estructural que lleva décadas. A nivel de la producción y de la industria, hay una alarmante falta de competitividad”.
Para el productor tambero, “estructuralmente este Gobierno podría haber tomado con rapidez algunas medidas de envergadura para evitar el cierre de tambos. Un cambio efectivo requiere recursos económicos. Era necesario un fondo de salvataje para la lechería y los tamberos que estaban en zonas que se inundaron, o para aquellos tamberos que estaban lejos de las zonas de sus tambos”.
En ese sentido, Peluffo resaltó: “Esos recursos no estuvieron disponibles y el Gobierno decididamente resolvió, como política clara y concisa, no darle importancia a la lechería. No la tomó en cuenta para destinar su mayor cantidad de recursos. Esto llevó a que cerraran alrededor de 1.000 tambos, con las consecuencias que eso trae para las localidades donde esos establecimientos operan”.
Fuente SRLC