A partir del 15 de Diciembre entrará en funcionamiento un Mercado de Futuro para la actividad láctea que, según consideran las autoridades de gobierno y de los entes que hicieron su presentación, se constituirá en una herramienta que “facilitará al productor y a la industria cubrirse de las posibles variaciones futuras (de precios) del mercado”.
En el ambiente productivo se considera esta iniciativa como quizá una de las pocas válidas para corregir las imperfecciones que ha tenido que enfrentar la actividad en las últimas décadas. Es que el presente de la cadena de leche no es el mejor, como no lo ha sido particularmente todo este 2018. Una simple referencia sirve para explicarlo: la lechería acumula ocho meses consecutivos en crisis, faltando rentabilidad en la mayoría de los eslabones, pérdida de tambos y contracción de las inversiones. Así lo resaltó el habitual Semáforo de Coninagro, que refleja la realidad de las economías regionales.
“Fundamentalmente, la crisis se debe mayoritariamente a una situación de quebranto, desfinanciación, y de alta presión impositiva. Todo esto repercute en el bolsillo del productor. Nuestras economías, de a poco, provocan que el productor o bien deje de producir, alguno abandone la actividad, o se convierta en ineficiente porque no alcanza a innovar en tecnología”, apuntó el presidente de la entidad, Carlos Iannizzotto.
La referencia no es antojadiza sino que apunta a evidenciar que todas las actividades productivas regionales que se encuentran en situación “de rojo” (la vitivinicultura, entre otros), indican un mercado interno importante con consumo estancado, costos creciendo más rápido que los precios de venta y exportaciones que no arrancan o repuntan. Vale esta acotación: la mayoría de los costos se acomodaron a un dólar de $42 y los precios a uno de $ 33.
Pero en relación a la sostenibilidad del proceso, octubre encendió algunas alertas. Según estadísticas de la Fundación Mediterránea, se generó una reducción de los márgenes de exportación: los márgenes brutos se ubicaron por debajo del 30%, que es para los especialistas un umbral crítico, debido a una baja de los precios internacionales, retroceso del dólar, suba de los precios de la leche cruda, el regreso de las retenciones y una menor tasa de reintegros. “En este escenario, el proceso exportador perdería fuerzas y podría continuar creciendo solamente a costa de mantener estabilizado el precio de la leche cruda, lo que no sería una situación confortable para la ecuación de los tambos, ni mucho menos para un desarrollo armónico y sostenible de la cadena láctea”, explicaron los economistas.
De allí la importancia que se le asigna al Mercado de Futuros de la lechería. Será similar al mercado de futuros que desde hace décadas opera para los granos; es decir: un productor lechero va a poder saber cuánto va a valer el precio del litro de leche en abril o diciembre del año que viene.
Los contratos podrán concertarse en pesos o en dólares: esto último es lo que, en principio, podría dar cierto grado de certeza al valor futuro. Además, cada contrato de futuro de leche cruda será de 5.000 litros. Se listará en pesos y en dólares, se liquidará por diferencia de precio (sin entrega física), contra el precio del mes anterior informado por la cartera agroindustrial. Esto permitirá a los productores asegurar un precio por la proporción de su producción que ellos decidan. A su vez, negociando en los mercados de futuros de granos se pueden asegurar relaciones de compra de kilos de maíz y soja por litro de leche.
El secretario de Agroindustria, Luis Etchevehere, confía en que esta herramienta modificará la forma de producir porque “conocer el futuro mejora el presente de los productores, que van a poder simplificar sus costos de producción para adaptarse al mercado, y de los industriales que van a poder comercializar de una manera previsible, firmando contratos a un año o más. Esto sin dudas es una posibilidad de generar empleo, de potenciar el arraigo rural, y de ingresar nuevas divisas por parte del sector”, según explicó.
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Fuente SRLC