En el establecimiento de la Escuela Granja de Esperanza implementan un sistema pastoril de alta productividad. Trabajo en equipo, bienestar animal y humano y alta fertilización hacen un combo que demuestra que todavía se puede.
¿Cómo llevar la productividad de 7.500 a 14.350 litros por hectárea?¿Cómo reducir la mortandad en las guacheras del 14 al 6%? ¿Cómo volver a “enamorar” a los jóvenes con el trabajo en el tambo?
Las respuestas a estos interrogantes las han ido resolviendo desde el equipo de trabajo que se armó desde la Facultades de Ciencias Agrarias y de Veterinaria de la UNL para “volver a la vida” al tambo de la Escuela Granja como una unidad demostrativa de alta eficiencia. En base a la experiencia adquirida en Nueva Zelanda, varios profesionales intentaron trasladar los conocimientos aprendidos para demostrar que con un tambo chico y pastoril todavía se puede ganar plata.
Todo está en el equipo
Según el Ing. Agr. Javier Baudracco, todo pasa por armar un buen grupo de trabajo. “En este tambo se empezó a trabajar con un equipo compuesto por gente de ambas Facultades con quienes se fueron planteando objetivos, llegando a duplicar el promedio nacional de producción de leche en cuanto a productividad por hectárea”, le dijo con entusiasmo.
“Tenemos que aprovechar la tierra y hacerla rendir”, agregó, en referencia a este campo (demasiado cerca del Río Salado como para hacer agricultura), en el cual duplicaron el promedio nacional con un sistema simple, que prioriza el bienestar de las vacas y de la gente, y a su vez con resultados económicos positivos, todo eso en uno de los años más difíciles para la lechería. Tan impactantes son las cifras del cambio, que en el pasado mes de octubre realizaron una Jornada a puertas abiertas, en la que convocaron a más de 1.000 productores de todo el país.
“Este camino se logró en 10 años de trabajo, no es un cambio de un día para el otro, pero si uno tiene los objetivos claros, se puede”. E insiste con las claves para lograrlo: aumentar la producción de alimento a través de la fertilización. “En el tambo promedio de Argentina se fertiliza con 40 kg/ha/ año, cuando en Chile usan casi 300, y en Nueva Zelanda más de 1.000. Al fertilizar bien los cultivos responden de la misma manera”, asegura.
Más vacas, más facturación
Eso permite el otro factor: una alta carga animal. En 53 has hay 106 vacas, cuando en un tambo promedio de iguales dimensiones no superan los 70 animales. Eso posibilita facturar mucha leche y además, mantener las producciones por vaca, que siguen siendo buenas. “En promedio estamos en 22,5 litros por animal. Además, controlar los costos permite un buen margen entre los ingresos y los egresos”, sintetiza, para explicar el concepto de alta facturación con muchos animales en poco espacio.
Otra cosa que se mejoró es el bienestar de las vacas en el momento de “la cosecha de la leche”. Baudracco asume que para un tambero la tarea más esforzada del día es el ordeño, pero con unas instalaciones cómodas y sencillas, el tambo se hace en una hora y media y le queda tiempo para hacer otras actividades o descansar, y hacer más agradable la jornada. “En muchos tambos el ordeño es una larga jornada de trabajo, que hace que la vida sea muy dura y que no se pueda conseguir gente. En muchos lugares del mundo -sin embargo- la lechería es una actividad atractiva laboralmente, y si en Argentina ofrecés una muy buena remuneración, descanso, vacaciones, puede empezar a ser un trabajo atrapante”.
Experiencia kiwi
Baudracco aprendió en sus 5 años de trabajar en la lechería de Nueva Zelanda que hay cuestiones de tecnología de procesos, enfoques y ordenamientos que son básicos, y que en nuestra provincia no siempre están presentes. Algo tan elemental como el agua para las vacas, por ejemplo, es el problema número uno. “El faltante de nutrientes para los suelos, las instalaciones obsoletas, las viviendas que necesitan mejoras, los caminos internos y los accesos en mal estado también. Otro factor a mejorar es la carga animal: más vacas por hectárea”. En este sentido Baudracco apunta a la simpleza: “podés reducir la superficie y hacer más eficiente la empresa. Todas estas acciones se hicieron en este campo y lo estamos viendo”, resume, insistiendo con el potencial de la lechería en la Argentina, algo que va más allá del tema del precio. “El precio tiene un impacto muy grande y es sano luchar por un precio mejor, pero aparte hay muchas cosas para ganar eficiencia”.
El todo y la suma de las partes
Según el Ing. Agr. Rodrigo Benítez, coordinador de la Escuela Granja, desde el primer momento apuntaron como meta poder dar buenas noticias desde el tambo. “Quisimos contar lo que estábamos haciendo (en referencia al evento realizado en octubre pasado). El trabajo interdisciplinario e interinstitucional fue muy importante. Esto se trabaja en conjunto detrás del proyecto, sin importar las personas, sino las instituciones que lo llevan adelante”, manifestó.
Consultado sobre el destino de los tambos chicos en un contexto concentrador, aseguró que la problemática existe y la UNL quiso dar respuestas. “Estamos en una zona donde el 70 % de los tambos son chicos, y por eso las Facultades se convencieron, los decanos apoyaron, y logramos mostrar todo en un evento que refleja que esta escuela es referente en educación porque permite que los graduados vuelvan a trabajar en el campo”. Y cerró apuntando al futuro. “Queremos formar técnicos y emprendedores que vuelvan al campo como mano de obra calificada”.
La clave del día a día
Gastón Reibel es santafesino. Luego de graduarse en la Facultad de Esperanza trabajó en varios tambos, e incluso se animó a largarse también a Nueva Zelanda para aprender un poco más. En diálogo con Campolitoral detalló el trabajo diario que llevan adelante detrás de la eficiencia y la mejora continua. “El campo tiene 73 has de las cuales 53 son para el tambo y las otras para la recría de los animales”. Y explicó que están encerrando las vaquillonas entre los 14 y 16 meses, todo con animales Holando. “Habíamos empezado con una cruza Jersey, pero se nos empezó a desacomodar el rodeo, a las vaquillonas se las servía con Jersey por la facilidad de parto, pero empezamos a tener vacas muy chicas o muy grandes, entonces volvimos a hacer una triple cruza” (semen Holando a animales Jersey y viceversa) con la cátedra de teriogenología (a cargo de Martin Maciel y Javier González), lo que permitió una mayor estabilización del rodeo.
A la hora de la alimentación, explicó que se trata de un planteo 70 % pastoril y 30 % suplemento. “Eso se logró fertilizando los suelos. Duplicamos la cantidad de animales, las vacas eran de un brete a la par y los animales no estaban en el mejor estado, la parte reproductiva y forrajera no era la misma. Con el cambio del tambo, se apuntó a algo más forrajero, las producciones mejoraron un poco, y duplicamos la cantidad de animales. Gracias esto, hoy el tambo produce 200 mil litros más de leche por mes”, se jacta.
Reibel no se cansa de destacar que lo que cambió es el concepto de trabajo en equipo. “Antes se trabajaba con la mano de obra de un tambero a porcentaje (método viejo). Ahora formamos un grupo de trabajo, en donde todos los actores aportan su incidencia en la empresa”. E insiste en que la experiencia en NZ fue fundamental. “En los días francos tiene que haber la mano de obra necesaria, se debe diversificar el trabajo, cada uno con su franco y sus vacaciones: 8 horas de trabajo por día con gusto”, asegura.
Claves de la eficiencia
Simplicidad. Infraestructura. Producción de forrajes y carga. Equipo de Trabajo. Alimentación: Sistema pastoril. Balanceado en la sala de ordeño. Silo autoconsumo. Horarios de trabajo adecuados. Infraestructura animal: 12 vacas por bajada. Corral de espera donde entran todas las vacas. Callejones con mantenimiento adecuado. Sombra. Aguadas presurizadas. Planteo humano: viviendas dignas. Equipo de trabajo. Objetivos claros. Equipo comprometido. Reuniones mensuales para control y planificación. Horarios. Remuneración. Sistema simple. Francos. Vida social. Accesos.
Invertir para ganar
La apuesta al suelo: análisis de suelo 2 a 3 lotes por año. Fertilización en función de los requerimientos. Pastura: 200 kg/ha Superfosfato Triple a la siembra + 1000 kg/ha Enmienda/año. Verdeo: 200 kg Urea incorporados + 60 kg/ Fosfato Diamónico en la línea. Maíces: 200 kg Urea incorporados + 60 kg Fosfato Diamónico + refertilización con UAN. Produccion de forraje: semanalmente se recorre todo el campo. Se mide la oferta de pasto. En función de los kg MS de pasto disponible se define la suplementación. Balanceado en sala de ordeño fijo, varía Proteína y Energía.
Fuente SRLC