Tu partida no es un adiós, solo un hasta luego, porque mientras ruede una pelota todos los domingos en ATLÉTICO, vos estarás ahí dentro de cada compañero, con ese compromiso por jugar y con tu pase preciso y al pie.

Demostraste que el talento no se mide por lo físico o muscular, porque con tan solo un metro y algo más, tu potencia estaba en el salto y tu fuerza cerca del piso. Me enseñaste que el engaño también se puede realizar sin la pelota, ese movimiento antes de recibir, que te hacia ganar un tiempo dejando atrás al rival, era propio y único. Nunca vi que corrieras porque te lo pidieran, no era necesario… tu entrega era pura voluntad venida de algo que disfrutabas hacer “JUGAR “callado, pero seguro, compañero desde el silencio, con una sonrisa medida, pero demostrativa, con carácter para ganar el respeto de todos a través del compañerismo. Mientras escribo, tengo los ojos llorosos, y digo… no son lágrimas, sino gotas de sudor de las tantas que regaste en cada partido quedándote vacío, pero satisfecho. No soy de hacer promesas, pero de algo estoy seguro… en que cada domingo dejaremos todo y algo más para representarte.

POR SIEMPRE EN MI MEMORIA…

Diego Weidmann