Alexis Arnoldt se quedó en las puertas de la medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de Lima. Antes de lucirse sobre el tatami, la santafesina incursionó en el mundo de la moda y el patinaje artístico.
Ella está radiante. A pesar de llevar la indumentaria deportiva que habitualmente usan los protagonistas de los Juegos Panamericanos, la santafesina desprende una elegancia que rápidamente llama la atención de los presentes. Sus ojos claros encandilan a cualquiera que se anime a mantenerle la mirada, y su figura reafirma la belleza que le permite tener un pasado en el mundo de la moda.
«Empecé con el patín artístico cuando tenía 13 años y cuando arranqué con el taekwondo también me dedicaba al modelaje», sorprende Alexis Arnoldt en diálogo con Infobae, sin ocultar los detalles: «Entrenaba dos veces por semana como hobby. Ni me imaginaba llegar al alto rendimiento».
La convivencia entre las patadas y la pasarela representó una constante en su adolescencia. Sin embargo, con el tiempo las disciplinas se fueron distanciando hasta dejar su pueblo natal: Franck. «Cuando me mudé a Santa Fe (capital), empecé a entrenar más seguido. Fue todo más complicado, porque también arranqué la facultad y le di prioridad al estudio. Igualmente, el modelaje me gustaba más que el deporte porque no me demandaba tanto tiempo».
Durante tres años Alexis Arnoldt se dedicó a esa vida, hasta que en 2012 «se abrió una convocatoria grande para la Selección» y se propuso apostar por las técnicas asiáticas como el Son Kisul Gongkiok o las chagui. Sus producciones fueron tan positivas que sus victorias la llevaron a representar al país en el exterior. «Tuve mi primer viaje a finales de ese año, donde gané la medalla de bronce en el Sudamericano de Sucre (Bolivia)», recuerda la luchadora, que se vio obligada a dejar las pasarelas y los libros.
«Si quería dedicarme de lleno al modelaje, tenía que mudarme a Buenos Aires. No me animé. Simplemente lo hacía para tener un ingreso económico», analiza a la distancia. Las gráficas, los desfiles y sus incursiones como promotora del TC se archivaron en su memoria con una carga nostálgica muy perceptible. «Se notaba que era un ambiente jodido.
Cuando tenía que desfilar, me decían: ‘Nena, no vuelvas más con esos moretones porque no sabemos qué hacer’. Me tenían que maquillar las piernas», recuerda entre risas.
Además, los gajes de su oficio también podían complicar su futuro deportivo. «Sufría con el calzado. Mis tobillos no aguantaban tanto los tacos altos», sostiene en una conversación tan placentera, por la que solo hacían falta dos cafés y una mesa.
Como pasa habitualmente con los protagonistas de élite, las lesiones generan miedos e incertidumbre. «En 2007 me operaron de la rodilla y estuve mucho tiempo parada.
Todavía tenía propuestas para hacer desfiles, y me moría de ganas de seguir en las pasarelas, pero decidí no arriesgarme porque si daba mal un paso podía arruinarme la carrera», confiesa.
Su pasión por el patinaje artístico es otra de las características que resaltan la personalidad de Arnoldt. «Lo amo hasta el día de hoy. Cuando veo a las chicas me muero de ganas de probar, aunque no consigo quién me los preste porque calzo 42 y también está el riesgo de sufrir una lesión con una caída», afirma mientras muestra su impactante sonrisa.
Lo llamativo es que el taekwondo le llegó de casualidad. «No lo elegí, apareció en mi vida», asegura la santafesina. Y argumenta: «Empecé para joder a mi hermano más chico, Germán. Yo tenía 14 años y había dejado patín. Como en los deportes de equipo no soy muy buena y en el pueblo había que hacer algo, fui a ver una clase de él para reírme de los gritos que hacían y la ropa que usaban».
«Vos que estás allá, no te sientes en el fondo. Vení y copiá lo que hacen los demás», le dijo el entrenador con un tono que no dio lugar a la negativa. «Tenía vergüenza en las exhibiciones que hacíamos en Franck, porque allá te conoce todo el mundo. No quería que me vieran así vestida», rememora la santafesina.
Con la advertencia a sus compañeras del colegio para evitar el bullying, sus inicios en el deporte fueron tan complejos que los padeció con un dolor que nada tiene que ver con lo físico. «Jamás tuve la intención de arrancar con taekwondo. Lo sufría mucho porque no soy una chica agresiva. No me salía esa locura de adentro y volvía a mi casa llorando, porque no me salía alguna patada. Siempre fui muy metódica. Fue algo que aprendí porque en el deporte no se puede ser así», confiesa.
Como si se tratara de una enseñanza del Señor Miyagi, las artes marciales le sirvieron para modificar sus hábitos en su vida privada. «Me cambiaron mucho las reacciones. Si pasaba alguien corriendo cerca, me daba vuelta a la defensiva como para tirar una patada. Otro caso así fue cuando tuve un accidente en moto (un auto me chocó) y el conductor me dijo que me vio levantar la rodilla en posición de defensa, que es una técnica nata del deporte».
Oriunda de la tierra del dulce de leche, la medallista de Toronto 2015 reconoce que el néctar argentino es su permitido. «Nunca tuve problemas con el peso, pero con la competencia tuve que cambiar la alimentación. Como mi cuerpo tenía las masas invertidas, con más grasa que músculo a pesar de ser flaca y alta, tuve que hacer una dieta especial. La realidad es que me vieron con las piernas largas y me metieron muy rápido en el taekwondo, por eso nunca pude desarrollar una preparación profesional», reflexiona.
Así es Alexis Arnoldt, la belleza santafesina que cambió las pasarelas por el tatami. Hasta su nombre es particular. Al ser unisex (más usado en el género masculino), su identidad le generó innumerables conflictos en los torneos internacionales. «Cuando quería ver cuándo me tocaba competir, nunca me encontraba. Siempre me ponían en el cuadro de los hombres».
«En el modelaje era Ale Arnoldt, pero un día una chica que conoce mucho de ese mundo me dijo que Alexis era un nombre con personalidad. Tenía razón. A partir de ahí dije soy Alexis Daniela Arnoldt», concluye la santafesina.
Tras la derrota con la cubana Arlettys Acosta, la argentina deberá considerar qué realizará en el futuro. Como su calendario se guía por el ciclo olímpico, su misión estará en la búsqueda de la clasificación a Tokio, pero en su cabeza ya se analizan otras alternativas. «Tengo millones de opciones, incluso soy manicura y depiladora. Probablemente retome la facultad para terminar el profesorado de educación física», cierra la multifacética deportista antes de partir de Lima, donde dejó su sello a pesar de su ausencia en el podio.
Fuente Infobae